RELATO 8 – SARAH’S SCRIBBLES

 

—Este no es tu típico relato. Has logrado escribir un texto sorprendente. Entiéndeme, no es que lo que has escrito hasta ahora no fuera bueno, pero este texto es brillante. No sé qué te ha llevado a cambiar de estilo, pero te doy mi enhorabuena.

      —No sé qué decirte, este texto ha sido una especie de experimento, quería ver cómo me sentía escribiendo con otro estilo.

      —Pues sigue por esta línea y estoy seguro de que nos entregarás una novela revolucionaria, un éxito de ventas.

      Roberto salió de la editorial cabizbajo a pesar de los elogios de su editor. Realmente había entregado un texto magnífico, pero no sabría cómo seguir escribiendo en esa línea. Le abrumaba la expectativa que había generado en su editor, que ahora esperaba de él una novela revolucionaria, éxito de ventas. Había entregado ese relato motivado por la desesperación, porque no tenía nada que mostrar. Se encontró con aquel texto por casualidad y se había arriesgado a entregarlo por ir saliendo del paso. En ningún momento pretendía sorprender a su editor con algo tan brillante.

      Llegó a casa con un nudo en el estómago, con la angustia de saberse un impostor, un mediocre nada merecedor de los elogios que había recibido aquella tarde.

      En su pequeño apartamento, le recibieron el llanto de Mario, que reclamaba el pecho de su madre, y los gritos de Sofía, que también quería su atención para que viera el dibujo que estaba realizando con esmero infantil.

      Se encontró a Bea en la cocina, despeinada y en pijama, con manchas húmedas a la altura de ambos pezones, haciendo una tortilla francesa.

      —Hola cariño, ¿cómo ha ido el día?

      —Pues una mierda, como cada día. ¿Puedes terminar la tortilla de Sofía para que pueda ir a darle el pecho a Mario?

      —Claro, ya me quedo yo con esto.

      Intentó darle un beso en la mejilla, pero Bea salió apresurada hacia al salón sin mirarle a los ojos. Al momento el llanto de Mario cesó, y Roberto pudo concentrarse en sus propios pensamientos mientras terminaba de hacerse la tortilla de su hija.

      Con Mario ya dormido en el pecho de Bea, y Sofía entretenida comiendo su tortilla, Roberto se enfrentó al tema que le preocupaba.

      —Oye Bea, ¿y sigues escribiendo los relatos esos de los ratones?

      —El club de roedores. No, desde que nació Mario no he vuelto a escribir con el club.

      —Yo creo que te ayudaría tener esos ratitos para ti, desconectar un poco y hacer pequeñas cosas que te gustan, que te ayudan a ser creativa.

      —Desde luego que me ayudaría, pero es que no tengo tiempo. Hoy he ido a recoger a Sofía sin ducharme y en pijama. Quería pasar por el súper, pero Mario no ha dejado de llorar en todo el trayecto, así que nos hemos vuelto directos a casa.

      —Podemos organizarnos de otra manera. Yo me encargo de ir a buscar a Sofía un par de días a la semana, de hacer la compra, y me llevo a Mario conmigo, así tendrás tiempo para hacer algo para ti.

      —Pues la verdad es que sería un alivio tener un par de horas para mí alguna tarde.

      —No se hable más. Mañana mismo me encargo yo de recoger a Sofía con Mario, nos vamos un rato al parque y hago la compra al volver. Y tú puedes escribir tus relatos.

      —Uy no, escribir ahora me da una pereza terrible.

      —Claro, lo que tú quieras, pero escribir se te da muy bien y es algo que puedes hacer sin cansarte ni salir de casa.

      —Ya veremos a qué le dedico el tiempo. Gracias, cariño.

      —No me tienes que dar las gracias. Somos un equipo.

      Beatriz le dio un beso en los labios. Su aliento delataba que tampoco había tenido tiempo de lavarse los dientes en todo el día. Roberto se ofreció a hacer algo de cenar y se fue a la cocina sintiéndose una rata y esperando que su mujer recuperase la energía para escribir.

 

COMENTARIOS:

 

– Jo, qué majo Roberto. Para que luego digan que los hombres no hacemos nada en casa 😁.

– Final totalmente esperado 🤔

– Me ha gustado la atmósfera de cotidianeidad, creo que está muy bien descrita. Pregunta: ¿cómo que no se han repartido las tareas antes? 😛 Me cuesta creer un poco, que solo a los meses de haber tenido el segundo, se les ocurra separar mejor la tareas… excepto eso, me ha gustado el relato 😀 Me ha gustado mucho el detalle del beso, el intento en la mejilla, y el final en los labios… es una buena manera de mostrar un intento de acercamiento y un “acuerdo” entre los dos, pero dejando ver también la realidad, sin romantizarlo.

– Roberto, has espabilado tarde amigo… Y no te entiendo, ¿quieres robarle el relato a tu mujer?

– La negra del escritor.

– El síndrome del impostor….Jijijijiji

– ¿El relato era de Beatriz?

– Me ha encantado esta versión contemporánea del tramposo que cae en su pozo

– Un relato muy creíble y bien escrito.

 

RELATO 1 – TINTÍN

 

—Este no es tu típico relato.

—Típico por qué, a qué te refieres.

—Hombre pues eso, que no eres tú, que no es lo que sueles escribir.

—Bueno, a ver, es que yo soy un escritor ecléctico, no me encasillo en un solo género, me gusta tocar todos los palos, innovar, salir de mi zona de confort, atreverme con nuevos retos.

—Será eso.

—Qué pasa, no te gusta, ¿no?

—No he dicho eso, no empieces. Solo he dicho que no es lo que tú escribes normalmente. A lo mejor es a ti a quien no le gusta, y por eso cambias de estilo.

—Eso, tú ahí, como siempre, destrozándome el orgullo, pisoteando mi dignidad. ¿Es mucho pedir que hagas una crítica constructiva por una vez? ¡Vaya ayuda!

      —¡Pero si estoy siendo constructiva! Tú me has pedido que lo lea, ¿no? ¿Y para qué? ¿Para saber mi opinión o para regalarte los oídos?

      —¡Pues ayúdame! ¡Dime algo!

      —A ver, ¿por qué has escrito esta historia? ¿Qué querías contar?

      —¡Pues está claro! Es la historia de un padre y su hija, que acaban de enterrar a la madre.

      —Sí, hasta ahí llego, no soy tonta. ¿Pero qué les ocurre? No sé, no describes nada. Está lloviendo, vale; una multitud con paraguas agolpada rodeando la tumba; muy bonito. ¿Y…?

      —¡Pues eso! ¿Qué pasa? ¿No está bien descrito acaso? El graznido de un cuervo solitario, semblantes serios, rostros tristes, el cura diciendo topicazos… ¡Si es que parece que lo estás viendo in situ, mujer!

      —Sí, sí, lo que viene siendo un entierro, vaya.

      —¿Pero no ves lo bien que están expresadas las sensaciones, los sentimientos de los presentes? ¡Una madre que muere demasiado joven y deja solos a su marido y a su hija…! ¿Se puede describir mejor la tristeza, la negrura del alma? ¡Vamos, ni Allan Poe!

      —¿Pero y ellos dos? ¿Por qué no se hablan? ¿Por qué no lloran juntos? Yo qué sé, algo…

      —Có… cómo que no se hablan y no lloran… Qué sí hombre, que sí lloran, vamos, digo yo que llorarán. Se da por sentado joder, es un entierro, cómo no van a llorar.

      —Pero es que te centras en la escena del cementerio, cuando lo que a la gente le interesa es conocerlos a ellos, a ese padre y a esa hija que de repente se quedan solos, que tienen que reconstruir sus vidas, y ni siquiera sabemos qué relación tienen entre ellos.

      —¿Eh…? ¿Cómo que…? ¿El padre y la hija…? Ah… sí, sí… si es que, a ver… cómo se nota que tú solo lees el Hola; no sabes captar la sutileza de la buena literatura. A ver… es que no consiguen comunicar, relacionarse. ¡Ella es ya una adolescente! ¿No ves que estoy describiendo sutilmente un conflicto generacional? ¡Si es que no sé para qué te pido que lo leas…!

      —Ya, conflicto generacional. ¿Y me puedes decir a qué viene la escena en la que ella pilla al padre viendo porno?

      —¿Có… cómo? Ah… sí.

      —Sí, ¿qué pretendes con eso? ¿Escandalizar? ¿Qué aporta eso al relato?

      —Que qué aporta… Pues… pues qué va a aportar… Ah sí, pues… ¿es que no entiendes nada o qué? Eso es porque… porque… porque en ese momento… cómo decirte… en ese momento… yo qué sé… ella deja de ver a su padre como a un padre, y… y eso, se da cuenta de que… a ver, de que en el fondo es también un hombre, un ser humano… o algo así, ¿no?

      —Ah no sé, tú sabrás.

      —¡Claro mujer, es eso! Es que tú como no lees…

      —O sea, acaba de enterrar a su mujer, a la madre de su hija, y se pone a ver porno.

      —¿Eh…? Eh… sí… claro, porque… y eso.

      —Bueno, nada, nada, es tu relato, es tu historia, tú cuentas lo que quieres.

      —Pues claro que cuento lo que quiero, es mi… mi historia…

      —Pues ya está. Si tú estás contento, eso es lo que cuenta. No se hable más.

      …

      …

      —Cari…

      —Qué, qué pasa ahora.

      —Nada, que… Este año tampoco ganamos, ¿no?

 

COMENTARIOS:

 

– Más de un caso de estos se dará entre los miembros de este club 😁

– Veo un toque cómico en el relato, ¿era su intención? ¿O es una errónea interpretación por mi parte? Creo que está bien construido, veo la superioridad (y ligero machismo) de este escritor pidiendo una crítica, y la inteligencia emocional de ella. ¡Bravo!  

– Suele suceder

– Bien escrito.

– Muy original y entretenido con un final humorístico, no me sorprendería nada que la frase fuera de este roedor!

– Original y bien escrito, aunque el final es algo desconcertante.

– Muy buen diálogo, me ha encantado. Sencillo pero muy realista.

 

RELATO 10 – JEREMÍAS

 

 

Este no es tu típico relato; es más, ni me podía imaginar que tú fueras el autor. Pero mira, me ha gustado y, claro, sorprendido.

       —Claro, siempre me ves muy plano, piensas que ya lo conoces todo de mí, y ya ves como todavía quedan recovecos.

       —¡Sí, sí, recovecos! Lo que no me podía yo imaginar es que tu poca vergüenza y cara dura pudieran llegar hasta el extremo de contratar a alguien para que te hiciera el relato de la semana. Ya sé que To Be Continued es una competición importante y un trampolín hacia las grandes editoriales, pero Manolo, a mí no me la has dado, y seguramente al resto tampoco.

      Yo no sé este jurado como se lo va a tomar, porque cada vez están más estrictos. Con eso de que la repercusión en los medios está siendo impactante últimamente y la proyección internacional es más amplia, están en general un poco subidos. Y no te digo que en general no sean buenos. Sí, la calidad cada vez es más alta y la gente se esmera más, y entiendo que la competencia te esté provocando vértigo, pero cualquiera que te conozca, y son ya muchos relatos, sabe que este no es tu estilo.

      Y aparte, ya me contarás tú de dónde podrías sacar toda esa información de tantra y erotismo. Ya ves. Lo he flipado. Que si tantra blanco, que si tantra seco, húmedo, yo que sé. Y todas esas cosas que narrabas con tanto detalle… La verdad es que había momentos en el relato que me parecían que ibas directo para el premio La Sonrisa Vertical, pero luego, claro, te me venías a la cabeza con tu follaero tan básico, de polvete obrero, mete y saca, mete y saca, que me daba hasta la risa. Hasta que al final he descubierto la tostada. ¿Y ahora qué?

      —Bueno, vamos a ver. Tú no digas nada. A lo mejor no se dan cuenta. ¿Y si quedo finalista y al final consigo el premio?

      —¡Manolo, coño! ¡Que dejes de soñar! ¡Que esta gente no se chupa el dedo!

      —¿De verdad no te gustaría que ganara el premio? Recuerda que este año el premio es un viaje a Cancún para 2 para el primero, y un viaje a Aranjuez para la plata, y a Alcorcón para el bronce. ¿Te imaginas? ¿Tú y yo en el Caribe? Cierra los ojos, visualiza la arena blanca, fina… unas palmeras suavemente balanceadas por la brisa, y nosotros dos en una cama balinesa con nuestros cocos rellenos de piña colada. Sí, de esa que tanto te gusta y te pone tan cariñosa. ¡¡¡Mmmmmhhhh!!!

      —SÍ, Manolo, coco es el que se te ha ido a ti, y colar va a colar tu relato bien poco.

      —Bueno, bueno, tú calla y ya veremos.

 

COMENTARIOS:

 

– Recurso fácil, no cuela. Pero lo del polvete obrero te ha dao puntos 😂

– Esto es TBC, aquí no regalan ni papel y lápiz para escribir! 🐀

– Me ha hecho mucha gracia el “coco es el que se te ha ido a ti” 😁. Me ha gustado

– Sigue soñando! Jajaja 😂

– También me ha gustado mucho! Muy divertido y original

– Ningún premio es mejor que la satisfacción, pero a nadie le amarga un dulce

– Idea bastante original

 

Desierto

Lawliet

… Pues que pequé con una rata esa noche …

Mickey

… Creo que caí como bulto de papas y no escuché la puerta …

Olafo

… Me temo querido, que estoy entrando a caminar por la delgada línea de la desesperación …

Olafo

… en Cuba siguen bailando bajo techos que se derrumban …

Olafo

… Será mejor la quietud cuando el camino no te convence …

Luky

… no me vaciles, que a ti ser sincero te sienta muy mal …

Jeremías

… pero luego, claro, te me venías a la cabeza con tu follaero tan básico, de polvete obrero, mete y saca, mete y saca, que me daba hasta la risa …

Jeremías

… coco es el que se te ha ido a ti, y colar va a colar tu relato bien poco …

RELATO 2 – MAFALDA

 

Este no es tu típico relato, ese que, entre todos los que lees los lunes por la mañana mientras tomas el té, consigue que sientas algo.

      Ese que te reconforta el corazón, te saca una sonrisilla o te remueve las entrañas mientras esperas con nerviosismo esa llamada sin preaviso de tu jefe, justo antes de que te dé tiempo a revisar el correo y siempre antes de que sea tu hora oficial de comienzo de jornada.

      Este no es ese relato que conseguirá calmar la ansiedad palpitante con la que te despiertas. Este no te hablará de Romina, de amantes que bailan salsa o de aventuras escatológicas.

      Este relato te pide que te marches. Hoy tienes que enfrentarte a la vida sin él. Quizá los escritores nos hemos quedado sin ideas, tan huérfanos de imaginación como la industria cinematográfica, que no para de grabar una y otra vez las mismas historias.

      ¿Cuántas veces ha salvado el mundo Superman? ¿Cuán larga es la guerra en las galaxias? ¿Qué clase de seguridad de pacotilla tiene la prisión donde encierran a Michael Myers?

      Este relato no va a contarte nada. Por ello temo que lo leas y lo olvides, pero… tú no eres así, ¿verdad? Te he visto repasar mentalmente, antes de dormir, todas y cada una de las cosas que has hecho, o que no has hecho, en tu vida.

      Sé que te obsesiona no haber corrido detrás de aquella mujer que se olvidó la bufanda en el autobús. Es solo una bufanda, pero tú sabes que alguien la tejió. A lo mejor fue un regalo. Ese trozo de lana cumplió su cometido. ¿Sería amado? ¿Será echado de menos? Sé que sabes que la bufanda no tiene sentimientos, pero te da pena pensar que pudiste haber evitado que terminara sucia y pisoteada en el suelo de un autobús y no lo hiciste.

      Pero quién sabe, quizá ahora tiene una segunda vida en el cuello de otra persona, aunque tú tiendas a pensar que está abandonada en el fondo de una caja de «objetos perdidos».

      También sé que te atormenta haber respondido «adiós» cuando te has cruzado con el vecino en el portal y éste te ha dicho «hola». ¿Habrá pensado que estoy enfadada? ¿Pensará que es algo personal?

      Este relato, como tú, está lleno de incertidumbre. Este relato eres tú, porque yo soy quién te escribe. Así que es imposible que este sea tu típico relato porque nunca antes había escrito sobre ti.

 

COMENTARIOS:

 

– No acabo de saber lo que me cuentas… ¿o lo que cuento yo? ¡Qué yuyu! 🙈

– Bonita reflexión. Todos buscamos o nos arrepentimos de algo, ¿cierto? Y este relato, aun reflejando lo que somos no conseguirá devolvernos esa oportunidad para encontrarlo o rehacerlo. Me ha gustado la idea del relato y el curso que ha ido tomando 😉

– Este no es tu típico comentario. La normalidad del misterio rutinario hace series y taquilla, si no pregúntale al creador de Superman y todos los que mencionaste. Gracias por engancharte con la simplicidad rutinaria de Romina. Sigue leyendo, que puede que tenga un inesperado golpe de escena 😉. 

– No me gusta ni a mí, que lo he escrito.

– Me gusta el enfoque que le da a la falta de instinto paternal

– Muy bien escrito. Lástima que la frase no haya inspirado más al/ a la autor/a

 

RELATO 3 – L. LAWLIET

Este no es tu típico relato, pues es un relato canalla. Así que agárrate a lo que puedas, que aquí o se viene a pecar o no se viene. Era un día muy tonto de esos en los que no tienes nada que hacer y, al mismo tiempo, no sabes qué hacer. Así que cogí las llaves de casa y, simplemente, salí de ella. Sin rumbo determinado empecé a caminar por la ciudad hasta que me crucé con una persona vestida de Pikachu que, pensé, iba a un comic-con de esos. Sin decirle nada, seguí cautelarmente sus pasos hasta que llegamos a la convención. Una vez dentro, y después de pagar una entrada demasiado cara, flipé. Era mi primera vez en una de esas fiestas y no podía dejar de pensar: «pero toda esta gente, con el calor que hace, y van todos vestidos con esos disfraces que deben dar un calor apabullante… ¿cómo lo hacen?»

      Allí estaban todos, diferentes Pokémon, perritos, gatitos, el pato Donald, Mickey Mouse… to-dos. La música era extrañamente delicada. Siempre pensé que en estos sitios solo pondrían bandas sonoras de películas y series de anime, pero bueno, sorprendido me hallé. Fui a la barra del bar y un camarero o una camarera, porque hasta el día de hoy todavía no lo sé, fue muy amable conmigo y me preguntó que por qué había ido desnudo a la fiesta. Yo, confuso, contesté que es que hacía mucho calor para llevar un disfraz tan calentito. Aquella persona, que iba disfrazada de un personaje de anime cuyo nombre ni siquiera sabía, rio descaradamente y me dijo, literalmente: «tú hoy no vas a follar».     

      Aparte de mi sorpresa, me quedó la duda de si toda aquella gente iba a follar hoy con sus vestidos. ¿Había algo que yo desconocía? ¿Era aquello, de verdad, un comic-con? ¿Dónde me había metido y, sobre todo, por qué empezaron todos los animales a acariciarse entre ellos cuando hacía cinco minutos estaban solo hablando?

      Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo. Era como estar dentro de un documental sobre la reproducción animal del National Geographic… pero con disfraces. Allí todos les daban a todos, no había ni orden, ni moral. Ratones con ardillas, Pokémon con patos, pero… ¿pero qué cojones estaba experimentando? Trastocado mentalmente, me dirigí hacia la persona del bar otra vez y le pedí que, por favor, me explicara lo que estaba pasando, porque no entendía nada. Empezó a decirme que se hacían llamar furry, que era lo que les gustaba, tener sexo disfrazado de animales, o de ositos de peluche, o de lo que fuera, pero siempre con un disfraz abundante y que, si me quería unir a la fiesta, que me dejaba un disfraz.

      Repitamos la jugada: un día no tenía nada que hacer y tampoco sabía qué hacer. Así que salí de casa, empecé a seguir a alguien sin motivo alguno, y…

      Y, bueno…

      Yo…

      Pues…

      Una cosa llevó a la otra, y…

      Y, pues…

      Pues que pequé con una rata esa noche.

      Y con dos ositos de peluche.

      Y esto… muy típico, muy típico, al menos en mi vida, pues no es.

COMENTARIOS:

 

– Yo habría evitado la palabra “follar” pero me he reído igual 😄

– xD

– Jajaja no sería la fiesta de Halloween en Mogambo?

– Empezó bien, pero…

– Muy divertido

– Como idea, bastante original, pero la parte final decepciona

– Creatividad al relato no le falta, no. Y buen estilo escribiendo tampoco.

 

RELATO 4 – MICKEY MOUSE

—¡Este no es tu típico relato, Santi! ¿De dónde me sales con tanto amor ahora? ¿Por qué después de tanto tiempo me sales con estas historias tan rebuscadas? ¿Crees que soy la niña inocente que conocías? ¡Pues no! —lloraba Romina inconsolable después de que Santi tratara de abrazarla y pedirle perdón.

       —Esto no fue un juego para mí —le decía Santi—. Perdóname Romi, siempre quise decírtelo, pero mi orgullo y machismo pudo más que mi amor. Solo quiero que sepas que siempre te amé, desde que éramos unos críos, desde que nos conocimos en el rio cuando íbamos con nuestras madres a ayudarlas a lavar y terminábamos bañándonos y tirándonos desde el peñón. Recuerdo tu sonrisa cuando en la primaria jugábamos juntos a la rayuela en el patio de la escuela. Desde siempre te amé Romi. Vine a buscarte. ¡No pude seguir viviendo sin ti! ¡No sabes lo que he sufrido buscándote y pensándote perdida!

      —Eres tan falso que ni siquiera las mentiras te salen bien —le decía Romi—. Yo ya no creo en ti ni en tu amor. Ya no me vas a embaucar. Sé muy bien que aprovechabas mi inocencia y me mentías para irte a acostar con las prostitutas del pueblo. Sé de buena fuente que son tu amigas y que a causa de tu amistad con ellas te enfermaste y fuiste tan cínico y despiadado que continuaste acostándote conmigo como si nada. Yo te amé, Santi. Era tanto así que me conformaba con verte cada atardecer, por unos minutos. No me importaba si eran instantes, solo quería sentirte en mí. Nunca me importó el no estar en tu corazón, hasta el día en el que la pasión se convirtió en amor. Pero para entonces ya era tarde, y a pesar de saber de tus debilidades y tus escapadas, me mentía a mí misma. Quise vivir en una realidad paralela donde todo era hermoso y tú me amabas, hasta que mi fiebre y mi cuerpo me pidieron ayuda. Fue terrible encontrarme allí en aquella pequeña farmacia del pueblo esperando a que la chica —que ya le había contado a todo el pueblo lo que el doctor me había diagnosticado— me pusiera la inyección y me mirara con lástima y asco al mismo tiempo. Y lo peor de todo es que tú, sí, tú, ¡lo sabías! ¡Qué horror! ¿Cómo pude haber estado tan ciega? No tuve otro remedio que salir corriendo de allí. Y te odié. ¡Y por siempre lo haré!

      Romina sollozaba y se aferraba a su almohada. De repente, unos fuertes golpes le estallaron en su cerebro.

      —¿Qué fue eso? —preguntó.

      Los golpes se hacían más y más fuertes. Entonces abrió los ojos y vio que la luz de la mañana entraba por su ventana y se posaba sobre los pies de la cama. Respiró fuerte y se pasó la mano por la cara. Estaba mojada. Miró su almohada y estaba húmeda. Suspiró de alivio. ¡Uff! ¡Qué pesadilla, por Dios!

      Los golpes continuaban en la puerta. Desde fuera alguien gritaba: —¡Romina, ¿estás bien?!

      Romina se levantó y fue al baño. Se miró al espejo antes de abrir la puerta. Tenía tales ojeras que parecía un oso panda. Casi no había pegado el ojo desde la noche que vio a Santi por la ventana. Había Intuido que era él, pero no estaba segura. Pedro no lo había visto y ella estaba medio borracha y desorientada después de la calentada con Pedro. Tal vez no fuera él. Tal vez fuera un espejismo.

      Los golpes de la puerta incrementaban con fuerza.

      —¡Ya, ya, ya! —gritó—. ¡Ya voy!

      Romina abrió la puerta rápidamente, asustada, y exclamó: —¡Pedro, mi amor! ¡Qué alegría verte!

      Pedro la abrazó fuerte y le preguntó si estaba bien. Ella se refugió entre sus brazos como un niño cuando lo encuentran después de haberse perdido por un buen rato.

      —Sí, sí, estoy bien. Creo que caí como bulto de papas y no escuché la puerta. He tenido insomnio estas noches. Pasa, pasa —le dijo—. Gracias a Dios estas aquí, amor. —le dijo Romina, y cerró la puerta.

COMENTARIOS:

 

– Tienes imaginación y sabes contar bien la pasión. Te falla la ortografía y la puntuación 😉

– “Unos golpes fuerte le estallaron en su cerebro”… por un momento he pensado que Santi la había matado golpeándole la cabeza con algún objeto. Si era el objetivo, genial, si no, confunde un poco 😉. Por lo demás, me ha gustado el factor sorpresa de que fuera un sueño. Me pregunto por qué soñará eso, pero eso ya son movidas mías… 😉

– Romina, no puc mès. Este es tu típico relato 100%

– No sé si es sueño o realidad

– A veces, demasiados detalles, a veces falta elaborar

 

RELATO 5 – PROFESOR COJONCIANO

—¡Este no es tu típico relato! —le gritaba descompuesta la afamada presentadora de televisión—. ¡No sé qué te está pasando últimamente, pero si lo que quieres es volver a la pocilga de la que te saqué, lo estás haciendo fenomenal! —dijo, y al girar airada la cabeza, se le desprendió una de las pestañas postizas de pelo de visón que se había puesto la semana pasada y que le habían costado un dineral.

      Es verdad que Juan Carlos no estaba dando todo lo que podía últimamente, pero había que tener en cuenta que aparte de su trabajo como «negro» para la aclamada A.R., tenía que seguir currando unas horas en el «Pans&Company», porque es que no llegaba, y cómo no, seguir estudiando y presentando trabajos en la facultad.

      Su vocación periodística le venía de la mano de su querido tío Pepe, que había dedicado su vida a la radio y le había inoculado el veneno en la sangre. Y ya nada lo podía parar. Todo empezó un verano en Madrid, que lo llevó a la emisora y le fue mostrando uno por uno todos los secretos. Luego bajaron al bar, y allí escuchó embelesado a su tío y a los colegas narrar mil y una «batallitas». El 23 de febrero de 1981, él fue uno de los que permaneció dentro del hemiciclo y retransmitió con pelos y señales lo que estaba aconteciendo, pues nunca apagó la grabadora. Fue su último trabajo, poco después fallecería víctima de un infarto.

      A su madre no le hizo ninguna gracia que Juan Carlos estudiara esa carrera. Ella hubiera preferido que hiciera Magisterio y que se preparara unas oposiciones, pero él se empeñó en seguir los pasos del tío Pepe y se marchó a Madrid a cumplir con su sueño.

      Y no estaba siendo fácil, la verdad. Compartía piso con otros chavales también venidos de provincias, pero con una situación económica bastante más holgada. Y por eso cuando le propusieron trabajar en una famosa productora, nunca imaginó que acabaría siendo el «negro» de la malhumorada A.R.

      —Es que no lo entiendo, Juan Carlos. Tu nivel ha bajado muchísimo y me ha dicho mi editor que no voy a llegar ni a finalista de los Planeta. ¡Que meta más sexo, más violencia… que es lo que a la gente le gusta! —gritaba y aspaventaba la presentadora.

      A Juan Carlos le daban ganas de marcharse de allí y dejarla plantada, pero necesitaba el dinero. Así  que, sin apenas pestañear, le respondió:

      —No te preocupes que este año te llevas el Planeta seguro. Le voy a dar un par de vueltas al Marqués de Sade y a Henry Miller, ¡y este año vas a vender más libros que el de 50 sombras de Grey!

      Eso pareció contentar a la mediática presentadora, que se dejó caer en el sofá de terciopelo rojo mientras decía: —Ya me estoy viendo recogiendo la estatuilla con un vestido de Armani Privée.

COMENTARIOS:

 

– Demasiado bien relatado para un final tan soso. Una pena porque consigue despertar el interés 🤷‍♀️

– Triste y bonito 😊. Me ha gustado mucho cómo has construido el personaje, hablando de su tío Pepe y la relación con la madre… La mediática presentadora me ha recordado a “El diablo viste de Prada” 😉

– Se quedó un poco a medias.

– Pobre Juan Carlos, tanto talento desperdiciado

– (No lo sabes tú bien 🤣)

– Buenas ideas y narración, aunque da la impresión que necesitaban desarrollarse en una historia más larga. No es fácil «comprimir» algunos relatos!

– Increíble lo que da de sí la frasecita…

 

RELATO 6 – OLAFO

 

—Este no es tu típico relato, ¿qué pasó con la pasión y la poesía? Solías hablar del amor, describías muy bien la belleza de cuerpos desnudos o la luz de un atardecer. Es como si estuvieras seco y vacío, no te reconozco. ¿Escribes para quién? No te pregunto si estás triste, porque la tristeza es inspiradora. ¿Acaso estás feliz? ¿O tratas de reinventarte? Seguro tienes muchas cosas que hacer y cuando te sientas a escribir alguien te está jodiendo y pierdes el gusto y la concentración. ¿Es tan importante para no sacar la neura y mandarlo para la mierda? No te pierdas, por favor. Es que yo adoro tu estilo, y perdóname si me meto en algo tan íntimo; es más, si quieres me callo.

      ¿Sigo?

      —Está bien.

      —¿Pero tengo razón en algo?

      —Sí, estoy en un momento difícil. Me preocupa que se me note tanto, pero es una realidad. Estoy peleando conmigo mismo, siento que me congelo, me paralizo, estoy cansado. En realidad las dos últimas sentadas a escribir lo hice para no perder la dinámica, pero igual no me salía nada. Quisiera tanto perderme en una historia inspiradora que me sacara y me metiera en una ficción voladora… Hago lo posible por no acariciar este sentimiento, pero solo quiero acostarme a ver Netflix y por ahí aliviarme, dejar que pase el tiempo. Si vieras mi cocina… hasta no estar «vuelta mierda» no me motivo a lavar los trastos. Hace quince días que no prendo la lavadora. No me había dado cuenta de que tenía tanta ropa.

      Y me pasa algo preocupante. Evito a mis amigos. Los estoy juzgando continuamente, y me están pareciendo tan aburridos… Los evito porque me hacen sentir neurótico. Me lleno de culpa con la razón en la mano. Me temo querido, que estoy entrando a caminar por la delgada línea de la desesperación. Ya no me interesan las noticias, no las veo. Sé que a los palestinos los masacran y no pasa nada, y a los ucranianos también; que Maduro sigue en el poder y que en Cuba siguen bailando bajo techos que se derrumban. Todo me sabe a mierda. Siento una pereza horrible y pensar es lo que menos quiero. Pero el instante duele también. La nostalgia me invade, lloro medias lágrimas y en el espejo me veo viejo. Siento miedo, tengo angustia.

      ¿Recupero mi relato?

      Lo siento lejano, repetido. Me gustaba pero ya no lo soporto, aunque el actual está vacío y no dice nada. Seguro el silencio es mejor cuando no hay nada que decir. Será mejor la quietud cuando el camino no te convence. Me temo que dejaré de escribir por un tiempo si es que sobrevivo a este letargo. Necesito experiencias que nutran la imaginación, no lo contrario.

      Gracias por darte cuenta. Te he dicho todo lo que siento. No te preocupes, creo que esto será pasajero. Por ahora deja, que hasta el bajonazo lo disfruto, porque es placentero consentir la razón destructiva.

      Te dejaré leer mi próximo relato, no sé cuándo. Ya veremos si te gusta o no.

      Por ahora me despido, que la cama me espera.

      Tres horas de series, 5 gotas de rivotril y hasta mañana.

 

 

COMENTARIOS:

 

– ¡Mierda! ¿Quién ha metido una cámara de Gran Hermano en mi casa?

– Me ha dado penita, pero está bien expresado también. “¿Será mejor la quietud cuando el camino no te convence?” Buena pregunta, pero nunca pares de escribir. 😉

– Guauuu. Bravo.

– Esta realidad no es pasajera para muchas personas

– Buena descripción de lo que podría haberle sucedido a cualquiera de nosotros

 

RELATO 7 – LUKY LUKE

 

—Este no es tu típico relato, Andrés. Cuando no vienes a las quedadas del viernes noche, siempre me dices que no has podido, que no te ha dado tiempo, que alguien te interrumpió cuando estabas saliendo, pero nunca me habías puesto una excusa tan peregrina. ¿Que no te apetecía? ¿Es que te ha dado por empezar a ser sincero? ¿Qué clase de relato es este en el que uno dice la verdad? ¿Estamos empezando a conocernos a nosotros mismos? Andrés, no me vaciles, que a ti ser sincero te sienta muy mal. Tú siempre has mentido, con ese relato tuyo autoexculpatorio, justificando el devenir de los acontecimientos, poniendo la responsabilidad siempre en otro. ¿Y ahora me vienes con este relato? ¿No me apetece? ¿Ya está? Vamos hombre. Cúrratelo un poquito más.

      —Pero si es verdad, Manolo. Me he dado cuenta de que tanto esfuerzo por mantener las apariencias de tío marchoso y… en realidad es que no me apetece, no quiero salir, no quiero emborracharme, no quiero hablar de tonterías. ¿Que soy alguien sin amigos? ¿Que os voy a perder? Pues me arriesgaré, me arriesgaré a vivir una vida solitaria, me arriesgaré a no tener planes los fines de semana. ¿Qué me puede pasar? ¿Que me quede sin las historias absurdas que me contáis? ¿Que tenga que empezar a llenar los huecos de mi existencia? ¿Que tenga que empezar a pensar? ¿A sentirme solo? ¿A escuchar el sonido del silencio?

      —Jolín Andrés, no entiendo ni la mitad de las cosas que me estás diciendo. Qué relato más fantasmagórico. ¿Qué has tomado? ¿Con quién has hablado? ¿Con Natalia? ¿La loca esa que te analiza? ¡No hables con ella! ¡Te he dicho que esa mujer es muy peligrosa! Solo hay que ver como tiene la mesa de la oficina: una lámpara de sal, un péndulo, un atrapasueños. ¡No hables con ella! Hay personas con las que uno no debe hablar y Natalia es una de ellas.

      —Que no, Manolo, que no es Natalia ni Natalio, que soy yo, que veo pasar mis días y mis noches y mis fines de semana, y ya no me apetece más estar con vosotros. Me parecéis insulsos, me he dado cuenta de que me aburro mucho.

      —Jolín pues yo no sé cómo se lo va a tomar el grupo. Va a parecer que estás actuando como en esa peli que te has empeñado en ver, «Banshees of Inisherin». ¿Qué será lo próximo? ¿Cortarte los dedos? Ven esta noche y explícalo tú. Por lo menos haz eso por nosotros, una despedida en condiciones. Es que nadie se va a creer mi relato.

      —Bueno, esta noche y ya está. Que no lo soporto más. Que simplemente es exponerme a una de esas conversaciones y se me abren las carnes. No sé cuánto tiempo puede aguantar una persona el absurdo y la ignorancia. Y si la exposición tan continuada puede provocar un shock, si es así, a mí me puede dar un shock de desesperación.

      —Qué exagerado eres. Vamos Andrés, ve tirando. Y el próximo día la peli la elijo yo.

 

 

COMENTARIOS:

 

– Este relato lo ha escrito una mujer. En la vida encontrarás a dos hombres hablando así entre ellos, y menos diciendo «Jolín» 😁

– ¡Qué despertar existencial tan valiente el de Andrés! Y qué baja autoestima debe tener Manolo para que, aunque le llamen “insulso”, “aburrido”…etc., siga insistiendo… No sé qué me sorprende más, si la falsa determinación de Andrés o la insistencia de Manolo. Pero me ha gustado.

– Angustia existencial.

– Buen relato pero la frase ha quedado encajada un poco a la fuerza 🔨

– Muy bien llevado todo el relato. ¡Enhorabuena!

 

RELATO 9 – PANORAMIX

 

Este no es tu típico relato, ni son tus típicos personajes, pero es una historia real.

      Mariangela nació en el sur de Europa, a principios del siglo pasado, en una típica familia numerosa y católica de clase media, y creció hablando un dialecto italiano. Cuarta de 7 hermanos, tuvo tres hermanas mayores y una menor, lo que determinó indirectamente su destino.

      Con 22 años, Teodoro, un chico emprendedor, hijo de industriales, venido del norte, empezó a cortejar a aquella chica de tez blanca, sonrisa franca y bellos ojos azules, espigada y elegante. El chico atravesaba el país a caballo o en tren para ir a visitarla cada par de semanas. A pesar de su acento raro al hablar, la familia terminó acogiéndole como posible pretendiente.

      Sin embargo, las costumbres primitivas de la época miraban con malos ojos que se casara la cuarta de las hijas, si las tres mayores seguían solteras. Así, el destino deparó a Mariangela tres hermanas rivales.

      Mina, la mayor de las mujeres, dejó pronto de ser un obstáculo, pues por ser «demasiado moderna» (léase llevar pantalones y negarse a asistir a misa a diario) terminó, por orden de su padre, en un convento. Quedaban Mimi y Pietra, a quienes por edad correspondía casarse antes. Mariangela se dispuso a esperar pacientemente el paso del tiempo, dedicada a la fabricación de pasta casera.

      Creyó enloquecer de dicha cuando Armando, el cantante argentino y pretendiente de Mimi, la segunda hermana, anunció con bombos y platillos su compromiso con aquella mujercita muy delgada, pero de carácter. «Ya van dos», suspiró esperanzada Mariangela. El argentino rondaba desde hacía años la casa familiar, pero a partir de ese momento, el padre autorizó salidas juntos en público, ¡pero acompañados, por supuesto! Los novios no podían ni ir a la esquina sin la hermana menor, Valeria, la más graciosa.

      El tiempo transcurría lentamente y Mariangela, refugiada en la cocina, perfeccionaba su arte para el anhelado día en que al fin podría cocinar para su marido. Preparaba exquisitos platillos típicos y su fama de buena cocinera se extendía hasta los municipios vecinos.

      El tímido romance entre Teodoro y Mariangela sirvió para ganarle a él la aceptación de la familia. Pasados muchos meses, convertidos en años, sin que Mimi se casara ni Pietra consiguiera novio, la impaciencia empezaba a apoderarse de la parejita, sobre todo de Teodoro. De costumbres germánicas un poco más avanzadas que las locales, el chico emprendió un día su viaje resuelto a pedir la mano de su amada a su futuro suegro. A la chica no le cabía el corazón en el pecho. No solo por la ansiedad de la espera, sino porque estaba muy enamorada del tosco pero constante Teodoro.

      Este solicitó reunirse en privado con el patriarca para discutir el asunto. El joven dijo que se sentía prácticamente miembro de la familia, que le agradecía a todos la calurosa acogida, y que con gran respeto quería pedir su bendición para casarse de una vez por todas. El viejo se quedó mirándole, mientras confesaba haberle tomado cariño, pues creía que era un hombre trabajador y honesto. Le haría feliz verlo casado con una de sus hijas. El corazón de Teodoro dio un salto, ambos hombres rieron, cómplices. El patriarca prosiguió:

      —Sí, me complacería que te casaras con una de mis hijas, de acuerdo a nuestras costumbres.

      Algo no olía bien, pensó Teodoro, y quiso despejar la duda inmediatamente:

      —¿A qué se refiere con costumbres? La boda será católica y se celebrará aquí mismo, por supuesto.

      —¡Claro! Pero no te casarás con Mariangela. Tu esposa será Pietra, que es mayor. Será ella o nadie.

      Y es así como, seis meses después, respetando las benditas costumbres, y tras haber estado obligada a bordar entre lágrimas las iniciales P y T en sábanas, manteles y el resto del ajuar de la novia, Mariangela asistiría, en la capilla del pueblo, con el corazón roto en mil pedazos, a la boda de su hermana, que le había arrebatado a su enamorado por el simple hecho de ser mayor. Valga notar que Pietra también era mayor que el novio. No era lo típico, pero la tradición no lo impedía.

 

 

 

COMENTARIOS:

 

– ¿Ya está? ¿Así acaba? Pero por Dios! No nos dejes así! Esto es peor que Romina!!!!! 😱

– Uyyyyyyy esa frase metida con gato hidráulicoooooooo

– La frase metida un poco con calzador, aunque no te culpo, culpo al autor/a de la maldita frase!!

– ¡Cuánto lo he sentido por Mariangela! Y cómo me alegro de que ya no existan tales costumbres. Personajes bien descritos y trama bien hilada, ¡enhorabuena! Me ha recordado al libro “Como agua para chocolate” en el que por motivo de “costumbres” la boda entre dos amantes se ve también, digamos, dificultada.

– Pero esto es Mujercitas casi…

– Me ha gustado mucho. Bien escrito y bien narrado. Muy interesante!

– Tanta paciencia para un final tan triste

– Recuerda a «Como agua para chocolate».