RELATO 3 – TINTÍN

Si pudiera empezar de nuevo, todo sería diferente. Sé que lo conseguiría. Esperaría ansioso en el bloque de salida, observando a mis adversarios, a izquierda, a derecha…

      —Sí, con las palmas de las manos bien fijas en la pista, dispuesto a salir como un resorte, en una verdadera batalla psicológica por el poder, por el triunfo, por la gloria…

      —Cerraría los ojos, olvidaría todo lo que me rodea y solo pensaría en una sola cosa: en el pistoletazo de salida.

      —Eso, y yo arrancaría con toda la fuerza del universo, y empezaría a volar, cual bala de cañón, abriéndome paso entre los elementos, rompiendo el viento…

—Y yo desafiaría a todas las leyes físicas, destrozaría la barrera del sonido…

      —Hombre, tampoco te pases.

      —¡Que sí! Sería más rápido que la luz, más veloz que una estrella fugaz…

      —Desde luego, y tan fugaz.

      —Miraría de refilón un instante para ver cómo van quedando atrás todos y cada uno de mis contrincantes, me regocijaría al ver que pierdo de vista cualquier amenaza…

      —Oh sí, ya lo estoy viendo: mis competidores verían cómo me escapo irremediablemente hacia el triunfo; mi sprint aniquilaría todo atisbo de ilusión y de esperanza de mis rivales, que se verían obligados a asumir la evidencia: ¡mi superioridad!

      —No habría color…

      —Ni photo finish ni nada…

      —La mía sería una victoria inapelable…

      —Y la mía indiscutible…

      [Silencio]

      [Suspiro]

      —En fin, no pudo ser…

      —Se hizo lo que se pudo…

      —Oye, ¿y tú lo conoces?

      —A quién, ¿al ganador? Es un listillo, un enterao, un chuloplaya.

      —Es que siempre igual, no sé por qué siempre les abren las puertas a los mismos.

      —Y a los demás que nos parta un rayo.

      —Qué dura vida esta. Si ya me lo decía mi madre: «hijo, estudia para leucocito, que esos siempre tienen trabajo. Que espermatozoide está muy bien, pero para uno que llega, cuántos se quedan en el camino…»

      —En fin, qué se le va a hacer, nos queda el consuelo de que lo intentamos con todas nuestras fuerzas.

      —Eso, y encima fue un gatillazo. No estábamos preparados.

      —Oye, ¿tú sabes dónde estamos?

 

COMENTARIOS:

 

– Siempre la jodía competición…

– Buenísimo, hasta el final no te coscas.

– Una originalidad un poco previsible 😏

– Original y divertido. Están en el limbo de los espermatozoides.

– Bien escrito y divertido

– Me ha encantado el factor sorpresa del final… 😁

RELATO 2 – JEREMÍAS

 

Si pudiera empezar de nuevo este día… esta semana… este mes… este año… esta relación… esta vida… ¿Cuántas veces no hemos pensado eso o lo hemos oído en otros? Es un lamento fácil, porque nos evade de la responsabilidad del presente y con eso parece que, como no está en nuestras manos cambiar el pasado, nada tenemos que hacer en nuestro presente para no lamentar el futuro que de nuevo se presentará como una realidad no deseada.

      Aun así, es inevitable lamentarnos de ciertas reacciones, o de cómo hemos reaccionado ante determinadas situaciones.

      Era noche, bastante noche. Acabábamos de llegar de pasar un fin de semana en Cádiz. Después de recoger brevemente los trastos del viaje, nos habíamos puesto a la tarea presurosa de puntuar unos relatos, cuyo margen de tiempo estaba casi agotado, apenas una hora antes de la finalización del plazo. Yo en la antigua habitación de mi hija, hoy estudio, y mi marido en el salón. Reinaba el silencio y la concentración. Sonó el timbre de la calle. Qué extraño. ¿Quién sería? Luis, el vecino, nos había saludado al llegar. Mi hija, cercana, había dicho que ya nos veríamos mañana. A pesar de la curiosidad, seguí leyendo relatos. Alberto abrió.

      Después de unos minutos, mi marido aparece en el cuarto un poco descolocado.

      Le pregunté que quién había llamado a la puerta. Me dijo que una señora, mayor, medio desaliñada, pero no mucho, de aspecto raro, que pedía poder dormir esa noche en la casa, aunque fuera en el suelo. Me dijo: evidentemente le he dicho que no. Y con ese «no» la señora siguió su camino. No sabemos si probó suerte en otra puerta o vagó por las calles hasta caer rendida a saber en qué rincón de la oscura y fría noche.

      Teníamos claro que la respuesta correcta ante esa extraña situación era el «no», pero a los dos nos quedó un sinsabor amargo en la boca, una cierta intranquilidad hacia ese «no» rotundo, que nos acompañó en el sueño y nos despertó en la mañana.

      Quizás, si pudiera empezar de nuevo esa situación, abrir de nuevo esa puerta, más que un «no» sin más, habría la posibilidad de abrir un poco el espacio de opciones. ¿Por qué una mujer de alrededor de los 55 años vaga por las calles a las once y media de la noche pidiendo cobijo? ¿Es una méndiga? ¿Una desahuciada? ¿Drogodependiente? ¿Era el señuelo de una banda? ¿Posible okupa, ladrona?… ¿Quién sabe? No le dimos oportunidad.

      A lo mejor simplemente era una mujer con Alzheimer, que salió temprano de su casa, no fue capaz de encontrar el camino de regreso y llevaba desde la mañana dando vueltas, perdida, desorientada, sin saber qué hacer, pero sabiendo que no quería dormir al raso, entre cartones, expuesta a todo.

      Quizás si el miedo y la prevención en la que vivimos en esta sociedad deshumanizada no se hubiera impuesto, en vez de un «no», habríamos llamado a la policía municipal y nos hubiera dicho que había una denuncia por desaparición y que toda una familia desesperada estaba buscando a esa mujer por todos los rincones de la ciudad.

      Si pudiera empezar de nuevo…

 

COMENTARIOS:

– ¡Ostras! ¡Abuela! ¿Otra vez te has escapao? ¡¡No se te puede dejar sola!! 🙈

– Los repartidores de Amazon son cada vez más viejos 🤷‍♀️

– Siempre termino con las mismas dudas cuando se me acercan en el semáforo a pedir limosna.

– Primero, pensar opciones, después actuar.

– A veces la realidad supera cualquier ficción. 😏

– Está claro que antes de tomar una decisión hay que dialogar un poco.

– Muy real. Te da que pensar, porque hay gente que sin dudarlo le hubiera dicho que sí a la señora.

– Un poco forzado ese “si pudiera empezar de nuevo” que cambiaría por un “si pudiera volver atrás”. Pero bien integrado en el relato, de todas formas.

RELATO 10 – SARAH’S SCRIBBLES

 

Si pudiera empezar de nuevo no me haría la graciosa con bromas ridículas sobre mi antiguo jefe. Vaya imbécil. ¿A quién se le ocurre ridiculizar al antiguo jefe en una entrevista de trabajo? Siempre me pasa lo mismo cuando me pongo nerviosa, se me suelta la lengua y termino diciendo tonterías. Además, me sudan las manos, se me seca la boca y me canta el aliento. Una maravilla. Los tres cafés que me he tomado por la mañana tampoco ayudan a estar menos nerviosa.

      Ya puestos, si pudiera empezar de nuevo el día, no me tomaría el tercer café, que es el que definitivamente me tiene encerrada en el baño de la que espero que sea mi futura oficina. Menuda imagen voy a dar.

      —Carina, ¿va todo bien?

      —Eh… sí, sí. Salgo en un momento Amancio.

      —Tómate tu tiempo. Cuando salgas ven directa a mi despacho y seguimos con la entrevista.

      —Claro. Pero creía que este era el baño de mujeres. ¿Me he confundido?

      —No, tranquila que no te has confundido. Este es el baño inclusivo, para todos los géneros.

      —Ah, que bien.

      —Bueno, pues lo dicho, cuando termines te espero en mi despacho.

      —Ahora te veo.

      Pues nada, ahora el que espero que sea mi jefe, que de respetar la intimidad parece que anda un poco flojo, ya sabe a qué huelo cuando me pongo nerviosa. Mejor será terminar con esto cuanto antes.

      Horror, no hay papel. Fuera hay toallas de papel para secarse las manos, así que salgo de la cabina con los pantalones y las bragas por las rodillas con la intención de coger un par de toallitas para limpiarme lo mejor posible, pero cuando estoy cogiendo las toallas alguien abre la puerta. Doy un salto ágil para meterme en la cabina del baño y que no me vean de esa guisa. Lamentablemente, mi salto no es lo suficientemente ágil y me caigo partiéndome la cara contra la taza del wáter.

      Termino en el hospital con la nariz rota. Me ha traído Amancio en su coche. Ha esperado conmigo hasta que me han atendido y me han dado el alta para llevarme de vuelta a casa. En el trayecto me dice que el puesto es mío, que he hecho la entrevista más remarcable de la historia de la empresa. Pero rechazo la oferta. No soportaría trabajar en un sitio donde siempre seré la que se cagó y se partió la nariz durante la entrevista de trabajo. Prefiero ser para ellos una leyenda de la que todos hablen, pero sin tener que verles las caras todos los días.

 

COMENTARIOS:

 

– Me meo! Bueno me cago! Bueno no sé, que me he reído mucho! 🤣

– Jajajaja

– Ja, ja, ja… Así funciona la dignidad.

 

RELATO 8 – L. LAWLIET

 

Si pudiera empezar de nuevo, volvería a comerme esas maravillosas setas. Sí, lo admito, fue una decisión impulsiva, una elección que tomé sin pensar en las consecuencias. Pero ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que aquel viaje me enseñó más sobre mí mismo y sobre el mundo que cualquier otra experiencia.

      Todo comenzó en una tarde soleada de verano, cuando decidí aventurarme en el bosque por mi cuenta. La curiosidad me llevó a descubrir un claro en medio de la espesura, donde crecían las setas más hermosas y tentadoras que había visto en mi vida. Sin pensarlo dos veces, recogí un puñado de esas setas y me las llevé a casa. Con un nudo de excitación en el estómago, preparé una infusión con ellas y bebí el brebaje con ansias.

      El efecto no se hizo esperar. Pronto me encontré inmerso en un mundo de colores y formas que desafiaban toda lógica y comprensión. Las paredes de mi habitación se convirtieron en lienzos vivos, donde los patrones danzaban y se retorcían al compás de una melodía invisible. Fue entonces cuando apareció ante mí un extraño ser, una criatura de aspecto etéreo y radiante que emanaba una sensación de sabiduría ancestral. Su presencia llenó la habitación con una calidez reconfortante, y su voz resonó en mi mente con una claridad cristalina.

      —¿Qué buscas, viajero del cosmos? ¿Acaso buscas respuestas a las preguntas que acechan tu alma, o estás aquí simplemente por curiosidad?

      Me quedé sin palabras ante tal presencia, sintiendo cómo su mirada penetraba en lo más profundo de mi ser. En aquel momento, supe que estaba ante una entidad mucho más poderosa y sabia de lo que jamás había imaginado.

      —No estoy seguro… He estado buscando algo, pero no sé qué es —respondí.

      —Las respuestas que buscas no siempre se encuentran en el mundo exterior, viajero. A veces, debes mirar dentro de ti mismo para encontrar la verdad.

      A lo largo de aquella experiencia, el ente me guio a través de los recovecos más oscuros de mi mente, desenterrando miedos y deseos que había mantenido ocultos durante años. Con cada revelación, sentía cómo una carga se levantaba de mis hombros, dejándome libre para explorar nuevas posibilidades y horizontes.

      —Recuerda, amigo viajero, que el poder reside en ti mismo. No temas explorar los rincones más oscuros de tu ser, porque allí es donde encontrarás la verdadera luz.

      Cuando finalmente el efecto de las setas comenzó a desvanecerse, el ser se desvaneció junto con su sabiduría, dejándome solo en mi habitación, con la sensación de que había experimentado algo más que una simple alucinación.

      Si pudiera empezar de nuevo, no dudaría en volver a tomar aquellas setas y sumergirme una vez más en el mundo de la desconocida realidad. Porque a través de aquella experiencia, aprendí más sobre mí mismo y sobre el universo que me rodea de lo que jamás había imaginado que era posible.

      Cansado, decidí irme a la cama a dormir, para intentar procesar todo lo ocurrido. Al cerrar los ojos, una risa lejana se desvaneció en el aire, y me pregunté si alguna vez estuve solo en mi habitación o si, de hecho, todo era parte de un plan mayor, de un viaje hacia lo desconocido que apenas comenzó.

 

COMENTARIOS:

– El otro día en el Mogambo había un tío que vendía algo parecido 🤔

– Lo viví sin tomar ese té. Es un plan mayor definitivo. Bien descrito!

– El mejor viaje para cambiar es buscar en nuestro interior. 🙏

– ¿Seguro que las setas las encontró en el bosque o las compró en Ámsterdam? 😁

Lawliet

… Pues que pequé con una rata esa noche …

Mickey

… Creo que caí como bulto de papas y no escuché la puerta …

Olafo

… Me temo querido, que estoy entrando a caminar por la delgada línea de la desesperación …

Olafo

… en Cuba siguen bailando bajo techos que se derrumban …

Olafo

… Será mejor la quietud cuando el camino no te convence …

Luky

… no me vaciles, que a ti ser sincero te sienta muy mal …

Jeremías

… pero luego, claro, te me venías a la cabeza con tu follaero tan básico, de polvete obrero, mete y saca, mete y saca, que me daba hasta la risa …

Jeremías

… coco es el que se te ha ido a ti, y colar va a colar tu relato bien poco …

RELATO 1 – OLAFO

 

Si pudiera empezar de nuevo y tener una hoja en blanco para escribir, seguramente corregiría infinidad de errores, correcciones gramaticales, ortográficas, etc. Pero no cambiaría el contenido, porque de lo contrario sería otra persona y me sentiría angustiosamente extraño. Esa angustia me llevaría a una marea ajena en donde la supuesta experiencia sin lugar a dudas se repetiría en otro ámbito.

      Esa frase de que somos genios y figuras hasta la sepultura es muy cierta.

      Los designios del destino son poderosos, para bien o para mal, y se vuelven tan personales como una huella digital. Son imborrables también, así que empezar de nuevo supone un esfuerzo sobrenatural, si es que en realidad está la conciencia de lo que fuimos y no queremos ser.

      Pero para no ser pesado y quedar como un vago en este relato, me quedo con Jorge Luis Borges antes de escribir una miserable copia de su pensar, porque estoy absolutamente de acuerdo con el maestro.

 

      Jorge Luis Borges. Último poema:

 

      Si pudiera vivir nuevamente mi vida…

      En la próxima cometería más errores.

      No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.

      Sería más tonto de lo que he sido, de hecho tomaría muy poca cosa con seriedad.

      Sería menos higiénico.

      Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.

      Iría a más lugares donde nunca he ido, comería más helados y menos habas, tendría más problemas reales y menos imaginarios.

      Yo fui de esas personas que vivió sensata y prolíficamente cada minuto de su vida, claro que tuve momentos de alegría.

      Pero si pudiera volver a atrás trataría de tener solamente buenos momentos.

      Pero si no lo sabes, de esos está hecha la vida, solo de momentos; no te pierdas el ahora.

      Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas.

      Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principio de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.

      Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.

      Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

 

      (Calesita = Carrusel).

 

COMENTARIOS:

– Estoooo… ¿has copiado un poema de Borges, con to el morro? ¿Oiga? ¿Comité? 🤔

– Ánimo que nadie se muere en la víspera. Bien escrito

– Muy bueno.

– Un diez para el maestro Borges. Buen poema y buena forma de alargar tu breve relato, jajaja 😄

– El relato en sí, corto, pero muy conciso. Muy expresada la idea. Y el poema maravilloso, se puntúa la elección, pero no el poema en sí, claro.

– Mas de la mitad del texto es de Borges, mi puntuación es para la otra mitad

– Me gusta mucho, pero no tienes por qué morirte con tan solo 85 años!

– Idea original, pero resulta un relato poco elaborado 🤔

– Aprobado porque la mitad de tu relato es del maestro Borges 😉 Gracias por compartirlo.

RELATO 4 – MICKEY MOUSE

 

Si pudiera empezar de nuevo, si pudiera devolver el tiempo y volver a aquel momento, cuando lo único en lo que pensaba era en la gran aventura de enamorarse de nuevo de sí mismo… Santi se preguntaba si podría ser factible. ¿Podría tener nuevos sueños? ¿Podría encarar grandes retos con total amnesia de sus miedos y de su reciente cambio? ¿Qué tal si lo intentara? Eran grandes preguntas que no le permitían seguir su destino.

      Sentado en el bar del prostíbulo al lado de Aminta, se le presentó su gran oportunidad. Pedro entró al bar como regalo del universo y se sentó justo al frente de ellos. En el fondo, los clientes se acomodaban con las chicas para tomar una copa antes de irse a follar. Santi se sentó a su lado y le convidó a una copa.

      —Hola —le dijo estirándole la mano.

      —Hola —contestó Pedro con una sonrisa.

      —¿Qué tal? ¿Qué haces por aquí? —preguntó Santi. ¿No eres tú el fontanero del barrio?

      —Sí, efectivamente. —contestó Pedro—. ¿Te conozco?

      —No, tú a mí no, ¿pero quién no te conoce a ti en el barrio? —exclamó Santi guiñándole el ojo.

      —Pasé a tomar una copa antes de ir a casa —contestó Pedro.

      —¡Aaaaah, no tienes novia y viniste a buscar compañía! —le respondió Santi en forma burlona.

      —¡No, no! ¡Sí que tengo! —contestó Pedro— pero se ha ido de fin de semana a su pueblo.

      —Ah, pues, qué bien amigo, ¡no te preocupes! —dijo Santi acomodando la silla—. Aquí te mantendremos acompañado. Vale, ven, tomemos algo juntos —exclamó Santi.

      Y así empezó la gran amistad entre ellos. Como en la canción de fondo de Sabina, «les dieron las diez, y las once, las doce y la una y las dos y las tres». Los nuevos amigos se habían flechado, compartieron historias de niñez y juventud y su química fue una gran sorpresa. Cada vez había menos gente en el bar, los clientes fueron desapareciendo en pareja hasta que quedaron ellos solos.

      Pedro se levantó de la silla para ir al baño, pero su cuerpo, pesado por los tragos y por la mano de Santi en su espalda, le hizo sentarse de nuevo y se estremeció al sentir otra mano que le recorría los muslos y le masajeaba los genitales. Alzó la mirada y vio a Santi de pie a su lado. De nuevo quiso levantarse, pero esta vez fue el beso de Santi lo que le hizo tirar la cabeza hacia atrás y entregarse a la lengua de Santi en su garganta. Pedro estiró como pudo la mano y bajo el mostrador del bar bajó la cremallera de su jean y se abrió la bragueta, a lo cual Santi respondió manoseándole suavemente, mientras que Pedro correspondía en sincronía.

      Fue así, en la oscuridad de aquel bar, donde los dos amigos se hicieron compañía hasta terminar en el último cuarto del fondo. Aminta trabajaría toda la noche. Aquella era la oportunidad para Santi de empezar de nuevo. Él tenía la sabiduría ahora y entendía que la vida tiene una dimensión no lineal, que es como una flor perenne que vuelve a florecer  en el multiverso, y otra lineal, que es el tiempo, y que a pesar de que todos los cuerpos humanos están condenados a destruirse en esta dimensión, Santi iba a intentar mantenerse en ella de cuerpo en cuerpo. Era la única manera para volver a estar con su amada Romina.

      Así fue como se apoderó de Pedro aquella noche.

 

COMENTARIOS:

 

– Estoy de Romina yo ya hasta… 🙈

– Me gustaría leer algo diferente 🤔

– ¿Salida del armario? 🌈

– ¿Esto es una especie de saga?

RELATO 5 – PROFESOR COJONCIANO

 

Si pudiera empezar de nuevo, cambiaría muchísimas cosas de mi vida. Siempre he desconfiado de esa gente que dice que ellos no cambiarían nada; me parecen unos gilipollas. Porque si te dan la oportunidad de corregir los errores que cometiste en el pasado, tienes la obligación moral de hacerlo. Pero no te preocupes, porque nunca te la van a dar.

      Yo, desde luego, de mi vida, de las pocas cosas que tengo claras, es que volvería a matar una y mil veces a Jaime. No desearía volver a pasar por todos los malos momentos vividos, pero sí que creo que nunca me hubiera perdonado el no haberlo hecho. A  ver, no quiero que me juzguéis mal, no soy una psicópata ni nada parecido, pero de lo que sí que estoy segura es de que no me quedaba otra alternativa.

      Todo empezó cuando cursábamos 6º de E.G.B. (tendría unos 10 años aproximadamente). Al volver de las vacaciones de verano, nos informaron de que don Juan, el profe de gimnasia, se había jubilado. Pasamos unas cuantas semanas sin clase de educación física, porque es cierto que en aquella época no se daba mucha importancia a esos menesteres. Pero de repente un día apareció Jaime. Era joven, simpático, divertido y locuaz, capaz de montar una pachanga o un guateque en un instante. Tardó poco tiempo en ganarse tanto al claustro como al consejo de padres (¡y eso, hasta ese momento, no lo había logrado nadie).

      Todas nos sentíamos alagadas por llamar su atención y nos esforzábamos enormemente porque así fuera. Empezamos a despuntar en los Juegos Escolares y de ahí pasamos a los Nacionales, hasta convertirnos en todo un referente en gimnasia rítmica. Lo que pasa es que no fue eso lo único que cambió. Mejor dicho, a partir de ahí cambió TODO. Las exigencias a nivel deportivo eran cada vez mayores, hasta el punto de destrozarte moralmente si no lograbas alcanzar el pódium. Todo eran reproches si se te ocurría comer un trozo de tarta por tu cumpleaños o salir con tus amigos al cine. De ahí pasamos a la consulta de un amigo suyo médico deportivo, que nos retrasó el ciclo menstrual para detener el inevitable paso del tiempo y que siguiéramos siendo «sus pequeñas princesas». Todo esto acompañado de tocamientos, caricias y todo tipo de abusos, que acababan por minar la pequeña porción de autoestima que pudiera quedar en tu pequeño cuerpo.

      Aquel día estábamos celebrando nuestra clasificación para los Juegos Europeos en la terraza del hotel Eurostars de Madrid y lo vi alejarse con una de las pequeñas hacia la zona del spa. La niña parecía asustada y le costaba avanzar, pero él la arrastraba de la mano. Le pedí que se acercara a mí haciendo un pequeño gesto con la mano y le señalé el horizonte. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, me aseguré de que nadie nos pudiera ver y le empujé. No tuvo oportunidad de defenderse ni de oponer resistencia; me recordó mucho a lo que nos pasaba a nosotras con él.

      Tardaron tiempo en notar su ausencia y solo lo sentí por la limpiadora que encontró su cuerpo en el patio interior.

      A la mañana siguiente, todos hablaban del lamentable accidente.

 

COMENTARIOS:

 

– A grandes males… 🤷‍♀️

– Yo hubiera hecho lo mismo! Me ha gustado.

– Venganza 💪

– Justicia poética

RELATO 6 – LADY X

 

Si pudiera empezar de nuevo, ese domingo al levantarse, habría tomado su ducha como de costumbre, desperezándose mientras, como de costumbre, equilibraba con torpes movimientos el grifo para encontrar el punto exacto en la regulación del agua, para que cayese templadita, como a él le gustaba, y sentirla contra su nuca y resbalar por su espalda y barriga. Justo en ese punto, es cuando sentía que iba entrando poco a poco en la realidad del nuevo día. Después de la ducha, solía secarse a medias, solo las partes donde tenía más pelos; de las otras ya se ocuparía el albornoz mientras se cepillaba los dientes y se contaba historietas mentales. Después, como le encantaba hacer los domingos por la mañana, se habría preparado su café con la medida exacta que le gustaba de leche de avena, y con una tostada de tomate, ajo y aceite de oliva, más un huevo cocido. Se habría sentado en el banco de la mesa del jardín, cara al sol, con el cuerpo pesado, y relajado, sin pedirle absolutamente nada, después de una semana tan intensa. Y mientras comenzaría a darle pequeños y gustosos sorbos a su café, contemplaría a su gato también y, aunque de otra forma, disfrutando de su salida matutina al jardín.

      Pero aquel domingo se despertó hambriento. Al levantarse se vistió directamente y fue a un supermercado express que hay no muy lejos de su casa. Solo tuvo que andar diez minutos. Era un precio a pagar muy barato, sabiendo que sentiría su estómago saciado relativamente pronto. Se gastó cincuenta euros en no muchas cosas; estaba absorbido por la tentación de lo salado y dulce. Volvió rápido a casa, puso una pizza en el horno y mientras se hacía, se preparó una tortilla de tres huevos con jamón. El café quedó en el último lugar de la preparación del menú de su lujuriosa gula.

      Cuando acabó de devorar todos aquellos placeres culinarios, se sentía tan pesado y poco orgulloso del precio que había pagado por ello, que se puso a buscar en su memoria el detonante de tan incómoda situación. Le hubiese gustado poder empezar de nuevo la noche anterior, y no haberse ido a beber con sus compañeros de trabajo hasta las tantas, con el estómago vacío. Mientras tanto, su gato Minu corría hacia él orgulloso, para mostrarle su nueva presa colgando de su boca y quién sabe si viva, muerta o moribunda.

 

COMENTARIOS:

 

– Hay cosas bien escritas, pero… no cuenta nada 🤔

– Hay un tema de indigestión constante ..mmm

– Me ha gustado mucho 👍

– Nunca hay que ir a comprar con el estómago vacío, lo dicen los nutricionistas!!

– Cotidianeidad bien descrita, relato algo descosido

RELATO 7 – MAFALDA

 

Si pudiera empezar de nuevo, todo sería distinto… Claro, Victoriano, ¡qué obviedad!

      Empiezo a darle muchas vueltas. Les he visto las caras y no les ha gustado. Quizá si hubiera leído esa frase con más emoción, si me no me hubiera salido tan impostada la voz, si hubiera podido llorar a demanda… ¿Pero qué puedo hacer yo? Siempre me traicionan los nervios.

      Esta vez me bebí dos litros de infusión ayurvédica antes de venir, y aun así, mi cerebro ha olvidado la mitad del texto y mi estómago se ha pasado el cásting reclamando un protagonismo que no le correspondía.

      Voy a pensar que la culpa es de la publicidad engañosa y no mía, por mi falta de confianza en mí mismo desde que me echaron de Amar en tiempos modernos. ¿Cómo he podido pasar de ser el galán de la televisión pública a tener que estar audicionando para un anuncio de yogures? Sea como fuere, pienso denunciar a El Corte Inglés y su té Premium por no hacer absolutamente nada por calmarme.

      ¡Si pudiera empezar de nuevo…!

      Solo soy capaz de imaginar un contexto en el que, si empezara de nuevo, lo haría todo igual. Y esto incumbe a mi esposa Amelia. Pero claro, ¡qué fácil! ¿Por qué iba a cambiar algo que me había salido tan bien?

      Poneos en situación conmigo:

      Yo estaría en mi lecho de muerte. Amelia me sostendría la mano mientras me reprocha, entre lágrimas, que no debí comer tanta carne roja, y yo le diría, entre estertores de muerte, que si pudiera empezar de nuevo no cambiaría nada.

      ¡Qué final! Se me ponen los pelos de punta solo de imaginármelo. Sería una escena cargada de dramatismo, digna de un cuadro de Eduardo Rosales Gallinas y capaz de emocionar a Spielberg. Mi Amelia, tocada por mis palabras, me diría lo muchísimo que me quiere y, después, yo me moriría en paz. Cerraría los párpados y aparecería la palabra «Fin».

      Aunque pensándolo bien, esa frase podría traerme problemas.

      Conociendo a Amelia como la conozco, se preguntaría si con eso de «no cambiar nada» me refería a nuestra historia de amor, o a que no me arrepentía en absoluto de las cantidades ingentes de carne roja que me metía entre pecho y espalda.

      Casi puedo sentirlo ahora. En el plano espiritual, yo estaría avanzando por el túnel de luz y notaría unos temblores de 5.5 en la escala Richter juntos a unos ecos distorsionados. En el plano terrenal, Amelia estaría sacudiendo mi cuerpo inerte y gritándome en busca de respuestas.

      Y Amelia no es de las que dejan las cosas estar, creedme. Ella terminaría organizando una sesión de espiritismo con sus amigas y la nieta de la Antolina, que sabe echar el tarot y sintonizar la ouija. Ya me lo imagino. Yo estaría leyendo la gaceta de los muertos en mi butaquita de nubes, al lado del Señor, y Amelia me invocaría solo para responderle la dichosita frase.

      Creo que tengo la obligación moral de darle el lugar que se merece, pero, pensándolo mejor, se lo diré hoy al llegar a casa.

      Ahora, volviendo al presente, aquí estoy, paralizado frente a cuatro extraños que me miran de arriba a abajo con desaprobación y murmuran entre ellos.

      Si lo hubiera hecho de otra manera… ¿Pero cómo? Las opciones son infinitas, es imposible.

      —Victorino —dice la mujer con gafas.

      —Es Victoriano. —No oculto que su error me ha molestado. ¿Qué soy yo para ellos? Un número más. Les dan igual mis sueños e ilusiones.

      —Hemos pensado que… —prosigue la mujer.

      Si van a interrumpir constantemente mis pensamientos, al menos podría terminar una frase del tirón. ¡Qué situación tan incómoda!

      —Mire Victoriano, no da el perfil. Buscamos un hombre más joven —continúa su compañero de bigote estilo Dalí.

      No dije nada. Cogí mis cosas y me marché. ¿Un hombre más joven para anunciar yogures que favorecen el tránsito intestinal? ¡Están locos estos directores de cásting!

      Lo único que me tranquiliza es pensar que, si hubiera podido empezar de nuevo, no hubiera servido para nada. Bueno, eso y Amelia, que siempre me dice que si no estoy interpretando a un hombre estreñido es porque me espera un papel de Óscar.

 

COMENTARIOS:

 

– Algunas cosas tienen gracia, pero otras quedan poco claras, y la historia tampoco cuenta mucho 🤷‍♀️

– ¿Así son los castings?

 

RELATO 9 – PANORAMIX

 

Si pudiera empezar de nuevo, tomaría la decisión opuesta a la que tomé siendo todavía una niña. Mi vida habría sido muy diferente.

      Cuando tenía 13 años, el corazón me latía tan fuerte que me hervían las orejas cada vez que Paco me sonreía. Dientes blanquísimos que contrastaban con su piel, muy oscura, pelo negro azabache y unos preciosos ojos negros que parecían brillar. Mi compañero de clase, un año mayor, era muy dulce y… ¡simplemente hermoso! Delgado, muy gracioso y aún más tímido. Por lo tanto, jamás habíamos quedado ni para tomar juntos un helado, aunque yo llevaba meses suspirando por él.

      Pero llevaba años soñando con Manolo. Digo soñando, porque era imposible que se fijase en mí un chico de 16 años, que cantaba canciones de Silvio Rodríguez con un vozarrón grave que me hacía derretir. Tocaba guitarra, escribía poesía… ¡Y esa sonrisa! Vivíamos en el mismo barrio, y yo estaba enamorada desde que le conocí… con tan solo 9 años.

      Cuando tenía 15 años, sin que ni el uno ni el otro de los chicos me hubiesen siquiera insinuado su interés, llegó la fiesta de fin de año del cole, a la que no podía faltar Paco, pues todas las chicas querían bailar con quien bailaba como un dios. Me atreví a invitar a Manolo, por pura desesperación. Me tuvo en vilo hasta que horas antes me confirmó que asistiría. Pensé enloquecer: ¿Qué me pongo? ¿Cómo me peino? ¿Qué coños le digo? Para mi mente adolescente, Manolo «ya era todo un hombre», pues fumaba y bebía cerveza.

      Con las tripas anudadas de nervios, disimulé bailando y cantando con mis amigos —Paco entre ellos— mientras esperaba la llegada de Manolo. Dentro hacía un calor que nos obligaba a salir para tomar el fresco cada tanto. Era una noche fría. Sentada allí fuera le vi llegar. Con una bufanda muy a la moda, ¡oliendo a ángeles! Permanecí sentada para disimular el temblor de rodillas, y manos, y la sonrisa idiota que se me había quedado pegada. Intercambiamos pocas frases y entramos a bailar.

      Lo presenté a los chicos mientras intercambiaba miradas cómplices con mis amigas, que al fin comprobaban que sí existía el chico que me quitaba el sueño. Terminé de enamorarme perdidamente cuando comprobé sus dotes de bailarín. Entre el canto, la guitarra, la poesía y ahora el baile, para mí era el hombre perfecto. Me sentía flotar como en sueños.

      Habría pasado una hora o así, cuando Manolo me pidió que le acompañase a fumar fuera. Yo rogaba por que la oscuridad escondiera un poco mi nerviosismo. Me dijo que, aunque la había pasado bien, se marchaba a otra fiesta… pero que me dejaba su bufanda. Me la puso al cuello, me dio un beso en la mejilla, y se marchó. Permanecí inmóvil una eternidad, ¡ca-si-me-des-ma-yo! ¿Manolo al fin se fijaba en mí? Hundí la nariz en su bufanda, aspirando a fondo el olor de su colonia, y entré corriendo a contarle lo sucedido a las chicas, histérica de dicha. Me recibieron con los chilidos emocionados propios de las chicas de esa edad, y finalmente disfruté de la mejor fiesta de mi vida. Fue una noche mágica.

      Al cabo de un rato, volvimos a salir para refrescarnos. Yo, sofocada más por la emoción que por el baile. Arreciaba el frío y poco a poco todos mis amigos fueron regresando dentro, hasta que quedé a solas con Paco.

      —¿Te puedo dar un beso? —me preguntó de repente.

      El instante tan anhelado había llegado, pero la sorpresa me había dejado muda. Ante mi silencio, Paco notó la bufanda que llevaba, y se alejó diciendo: —vale, entiendo.

      No le detuve, porque mi corazón ya pertenecía a Manolo, con quien nunca llegué a vivir un verdadero romance, porque resultó ser un patán que me mandó a freír espárragos cuando intenté verlo con el pretexto de la bufanda: —¡Pero si eres demasiado niña para mí! —me dijo burlándose entre carcajadas.

      Años después, Paco me contactó por Facebook. Intercambiamos algunas fotos, en las que hoy con certeza no aparecería abrazando a esa rubia musculosa con pinta de luchadora, sino a esta morena escritora frustrada, si le hubiese besado aquella noche.

 

COMENTARIOS:

 

– Me lío un poco con Paco y Manolo al principio, pero me ha gustado. Bravo! 👏

– Que malas decisiones tomamos 😃. Las maravillas de Facebook

– Ay la juventud de hoy en día… qué mala es!

– Me gusta la idea de un beso puede cambiar un destino 💋

– Mi favorito. Lo que pudo haber sido y no fue…

RELATO 11 – LUKY LUKE

 

Si pudiera empezar de nuevo no elegiría margaritas, elegiría rosas, el azul cielo sería el protagonista, y yo habría elegido un vestido vaporoso de gasa, en lugar de este traje de lana fría que se me pega a los muslos y no resulta nada elegante. Por lo demás no habría cambiado nada o casi nada de este día, de la concepción de este día, de la trayectoria de mi vida hasta llegar a este último día.

      Bueno sí, quizá aquel paseo desesperado por las calles de Sevilla, aquella huida libro en mano, (tenía un examen de anatomía al día siguiente, no podía dejar el atlas atrás). Quizá esa huida la hubiera hecho más lenta, más pausada, menos dolorosa, sintiendo plenamente el final. Eso sí, no volvería a reconstruir ni uno solo de los finales de mi vida. Cada final ha sido apoteósico. Unas veces pensado, meditado, las que menos. La mayoría finales desesperados. Pero lo único que creo que cambiaría serían los tiempos. Los haría más acompasados, menos angustiosos, más relativos.

      Recuerdo uno de mis primeros finales, el que me llevó a pasear desesperada por las calles de Sevilla. En ese primer final sucedieron cosas tan absurdas que podrían estar recogidos en cualquier obra de Beckett: una lluvia de bragas y sujetadores por la ventana de mi casa —¡esa gran despedida!—. Yo no me paré a recogerlos y ahí quedó para siempre esa imagen de mis bragas en un charco de sudor y lágrimas… ¡Que no! Que simplemente era el agua de riego para paliar los calores de Sevilla.

      Y ese otro final, en el que yo era la despechada… Si volviera a empezar, cambiaría… ¿el no tirarle el té a la cara? No, eso no lo cambiaría. ¿Qué cambiaría? ¿Haber dicho algo más? ¿Haber sabido expresar mejor mis emociones? Quizá. Pero creo que de esa escena cambiaría simplemente mis zapatos, esos zapatos que me impidieron dar un giro con más estilo, una suela un poco más deslizante que hubiera emitido más gracia y sofisticación a ese giro teatral con el que me volví hacia la puerta, para ya nunca más entrar. Definitivamente, cambiaría el calzado.

      ¿Qué más? ¿Qué más? Si pudiera empezar de nuevo… ¿Qué más? ¿Qué pequeño detalle que no hiciera trascendente el cambio, que simplemente aportara un poco de gracia y estilo? Algún sutil detalle que se quedara en mi mente para siempre.

      Si pudiera empezar de nuevo… creo que volvería a repetir cada paso, cada palabra, cada… podríamos decir… decisión. Y como me queda claro que de un peral solo pueden brotar peras, intentaría dar belleza al escenario.

      Como decía Ramon Trecet, «buscad la belleza, porque es la única protesta en este asqueroso mundo que merece la pena».

 

COMENTARIOS:

 

– Muy bien descrito.

– El pasado jamás se puede cambiar.

 

RELATO 12 – YOKO TSUNO

 

Si pudiera empezar de nuevo, me saltaría la adolescencia. Y sin embargo, no puedo. ¿Quién sabe cuándo será el aniversario macabro? Como en aquel libro en el que aprendí que todos los años vivimos una vez el día en que dejaremos este mundo. Sin saberlo. Como esos días en los que olvidas el cumpleaños de alguien a pesar de que llevabas toda la semana acordándote, y ese día, vacío, desaparece de tu memoria a corto plazo, y sin embargo, algo, muy dentro de ti, muy sutil, te dice que estás olvidando algo, que estás celebrando un evento, quizás tu propia muerte.

      En estas estaba Amelia, pensando y divagando mientras iba sentada en el metro de la línea 5 hacia su casa, donde la esperaba su nieta que había venido de visita. Sentadas delante de ella, un grupo de tres chicas adolescentes. Una de ellas hacía tirabuzones con su dedo y un mechón de pelo, mientras con la otra mano sostenía una fotocopia de un artículo. Le contaba a las otras dos el último recuento de víctimas. Niños en la guerra. Amelia escuchaba lo que decían, observaba sus aspavientos, su mirada indignada, convincente por intuición; el eyeliner sobre sus párpados, preciso a pesar de su juventud…

      Los jóvenes, pensaba Amelia, esa especie condenada a mostrar seguridad aunque no sepan todavía de qué va la película, a tener la fuerza aunque no sepan para qué usarla… A su lado, una mujer de mediana edad, sostenía su gran bolso de Longchamp en el regazo mientras manoseaba su anillo del dedo corazón. Una gran perla nácar. Su gesto y su ceño fruncido parecían estar resolviendo algo mentalmente. Por fin llega a su parada, las puertas automáticas se abren dejando ver el letrero de la estación: Petit Palace. Apenas unas escaleras mecánicas y unos pocos cientos de metros la separan de su mansión con vistas sobre la urbe. Al fin y al cabo, si pudiera empezar de nuevo, no haría las cosas de manera muy diferente.

COMENTARIOS:

 

– Está muy bien escrito y hay frases muy buenas, pero parece un poema. No acabo de ver lo que quieres contar 🤷‍♀️

– Le faltó sustancia

– Aprendemos de los errores.

– Escritura de buena calidad, pero falta cohesión en el relato