RELATO 12 – TINTÍN

 

No sabía cómo terminar, qué colofón darle a su majestuosa obra. Se sentó un momento a pensar cómo coronar tanta maravilla, contemplándola detenidamente, buscando el más mínimo atisbo de imperfección, asegurándose de que todo era armonioso, equilibrado, que nada hubiera discordante.

      —¿Dónde se sentó?

      —Es una forma de hablar, no tiene importancia. Quiero decir que se detuvo a admirar la perfección de su obra. Creó un universo infinito, con millones de galaxias, de planetas, de estrellas…

      —¿Y en esos planetas puso a gente?

      —Eeeeeh… No. Decidió que solo haría un planeta habitable, un planeta que poblaría con todos sus hijos.

      —¿Por qué?

      —Para poder dedicarse a ellos en cuerpo en alma, para servirles de guía por la senda de la redención, del perdón y del amor. Para guiarles por el camino hacia el paraíso.

      —¿Y el paraíso dónde está?

      —El paraíso está en todas partes, y a la vez en ninguna. El paraíso está en el corazón de los hombres puros, de los bienaventurados, de los generosos. El paraíso es el reino de Dios, que nosotros, pobres mortales, debemos ganarnos cada día con nuestro esfuerzo, con nuestra sangre, nuestro sudor y nuestras lágrimas.

      —Yo el otro día me caí y me hice sangre. Estaba sudando porque estaba jugando al fútbol, pero no lloré. ¿Entonces no iré al paraíso, padre?

      —Claro que sí, hijo mío. Eres muy joven e inocente. Mil pruebas te esperan aún en el camino hacia el Señor.

      —¿Y luego qué hizo?

      —Luego descansó, hijo mío. Al séptimo día descansó.

      —¿Por qué? ¿Estaba cansado?

      —Claro, hijo mío. ¿Cómo no iba a estar cansado? Si estuvo seis días creando el mundo, el universo… todo cuanto puedes ver a tu alrededor…

      —¿Y qué hizo ese día? ¿Se fue al cine? ¿O se quedó jugando a la Play?

      —¡Pero qué dices, alma de Dios! ¡Esos son inventos endemoniados que inventaron los hombres después! Ya te lo he dicho: descansó para contemplar su obra, para perfeccionarla.

      —¿Y solo descansó un día? Porque mi madre descansa el sábado y el domingo, y mi padre no da un palo al agua en toda la semana desde que le echaron del trabajo. ¿Por qué solo se dio un día de vacaciones si era él el jefe?

      —¡Aaaaay criatura, que las cosas no funcionan así! Dios no descansa nunca. Tiene mucho trabajo con nosotros, pecadores.

      —¿Y por qué eligió el domingo para descansar? ¿Le gustaba el fútbol?

      —Hombre, no… Si no es que eligiera… A ver… Es entonces cuando el domingo se convirtió en…

      —¿Pero por qué estaba tan cansado? Si solo había trabajado seis días. Y encima en los otros planetas no había puesto a nadie, ni aliens ni nada…

      —¡Pero qué tonterías dices, hijo! Había creado la luz, el día, la noche, el cielo, los mares, el sol, la luna, las estrellas… ¡¿Cómo no iba a estar cansado?!

      —¿Y a los animales?

      —¡El quinto día creó a las criaturas marinas y a las aves! ¡Y el sexto a los animales terrestres…!

      —Pero… ¿y los animales que comen plantas? Porque si hizo a los animales y no había plantas, ya me dirá qué iban a comer los pobres…

      —¡¡Pero si las plantas las creó el tercer día!!

      —¿Y las espinacas también? ¡Porque a mí no me gustan las espinacas! ¿Por qué las hizo? ¡Son asquerosas!

      —¡Pues sí! ¡También hizo las espinacas! ¡Y los rábanos! ¡Y los pimientos! ¡¡¡¡Y hasta las plantas carnívoras hizo!!!!

      —¿Y a las personas? ¿Cuándo las hizo?

      —¡Arrggghhhhh! ¡El séptimo día! ¡Las hizo el séptimo día! ¡¡Si ya te lo he dicho!!

      —¿Pero antes o después de descansar? ¡Porque usted dijo que descansó el séptimo día, padre!

      —¡Anteeees! ¡Las hizo antes! ¡Y luego se puso a descansaaaar!

      —Ah, entiendo.

      —Válgame Dios, menos mal.

      —Pero padre…

      —Quéeeee…

      —Si al séptimo día descansó, y era domingo, se lo encontraría todo cerrado, ¿no?

      —¡Que el cielo me asista! ¡Pues sí, todo cerrado estaba, ea!

      —…

      —Padre, ¿y el lunes siguiente? ¿Qué hizo? Porque si ya lo había hecho todo…

      —¡¡¡El lunes siguiente inventó a los monaguillos tocapelotas!!! ¡Lárgate ya de aquíiiiii!!! ¡¡¡Me cago en San Judas y en Adán y Eva!!! ¡¡¡Alabado sea Herodes y toda su estirpe!!!

COMENTARIOS:

 

– Ja, ja, ja, muy chulo 😂
– Amen! Jajaja 😂
– El mejor de la jornada! 🏆
– Muy bueno. Me he reído un rato 😊
– Muy bueno 😁
– Jajaja… ese monaguillo me ha recordado a mi hijo 😄
– El monaguillo tenía razón, a la historia le faltan detalles 🤷‍♀️

 

RELATO 11 – SARAH’S SCRIBBLES

 

No sabía cómo terminar. Estaba siendo una cita desastrosa, pero a Carmen no se le daba bien gestionar el malestar de los demás; prefería evitar conflictos. Así que se dejó llevar en esa primera cita que le estaba pareciendo interminable con Marcos. Al final dejó que la besara pensando que un beso no significaba nada. Se dejaría besar y por fin se iría a casa a olvidar aquel encuentro.

      Pero cuando la llamó para una segunda cita, la pilló desprevenida y no supo negarse. Se dijo que por qué no darle una segunda oportunidad. Fue un nuevo desastre. Se pasó la tarde reuniendo fuerzas para decirle que era mejor que no volviesen a verse. Cuando por fin iba a hacerlo, Marcos le contó que su madre estaba muy enferma, que le quedaban unos meses. Así que empezaron una relación. Sería muy cruel darle largas con una madre moribunda. Cuando su madre muriese le diría que quería dejarlo.

      Cuando por fin murió la madre, tuvo que quedarse unos meses a su lado. No se corta una relación con una persona que está transitando un duelo, sería muy cruel. Ya llevaban más de un año juntos y Marcos se había mudado a su piso.

      Pasados unos meses, Carmen encontró otro piso y ya había firmado el contrato de alquiler para mudarse en cuanto le dijese que la relación no tenía futuro. Pero el mismo día que iba a mudarse, Marcos llegó a casa destrozado porque le habían echado del trabajo. No podía dejarle el mismo día que le echaban del trabajo; sería muy cruel. Así que deshizo las maletas que tenía preparadas y perdió la fianza del piso.

      Un año después, Marcos encontró un buen empleo. Carmen sería libre por fin. Pero Marcos se rompió los dos brazos esquiando. La necesitaba.

      Y así pasaron los años encadenando desgracias que la atrapaban en una relación que no la hacía feliz.

      El día que su hija Patricia se independizó ya no aguantó más. No lo había planeado, hacía años que había abandonado la idea de dejar a Marcos y había aceptado que acabaría sus días con él. Debía ser el destino.

      Pero cuando volvieron de dejar a Patricia en el aeropuerto, su sola presencia le pareció insoportable.

      —Marcos, tenemos que hablar.

      —Sí, hay algo que debo contarte. Debería haberlo hecho hace tiempo, pero nunca era un buen momento.

      —¿De qué me tienes que hablar tú?

      —Tengo una relación con Petra.

      —¿Tu compañera de trabajo? ¿La pelirroja?

      —Sí. Lo siento Carmen. Yo no quería que pasase. He intentado negármelo a mí mismo, pero llevo quince años enamorado de ella.

      —¿Y por qué no me lo has dicho antes?

      —No quería hacerte daño.

      —A Carmen le dio un ataque de risa. Fue a hacer sus maletas y se fue.

COMENTARIOS:

– Está muy bien. Quizá algo más original al final hubiera sido el colofón 😉
– No puede encadernarnos la lástima.
– La costumbre es más fuerte que el amor
– Muy reconocible. Un relato para colgar en el frigorífico y releerlo.
– Pues también me gusta mucho. Otro que parte como favorito. Divertido y mordaz. Genial 😊
– No hay que tener demasiada paciencia!
– Mira por dónde, al final no tuvo que decidir nada

RELATO 10 – PROFESOR COJONCIANO

 

No sabía cómo terminar con esa farsa estúpida, y la boda no había hecho más que comenzar. Habían pasado ya varias raciones de croquetas, de calamares a la romana y de ensaladilla rusa, pero aún faltaban por salir los platos principales y eso les llevaría al menos dos horas más. Así que se resignó a su papel de «reina por un día» e intentó ponerle buena cara a la tía Pepa y a los primos de Murcia.

      Se acercaba el momento de abrir el baile y se dio cuenta de que su vestido había empezado a descoserse por detrás, pero eso no pareció desanimar para nada al padrino, que la llevó en volandas por toda la pista de baile al ritmo de la marcha nupcial.

      En realidad lo estaba pasando bastante bien… para ser una boda de conveniencia. No parecía pasarle lo mismo a su «maridito», que estaba sentado detrás de una columna dórica del «Salón Olimpo» con cara apesadumbrada.

      Notando el calor del cava corriendo por sus venas, no lo dudó un instante y, cogiéndolo (más bien arrastrándolo) de un brazo, lo sacó a bailar:

       —¿Qué es eso de estar con esa cara tan mustia el día de tu boda? ¡¡Venga y dale marcha al cuerpo chaval!!— Y la verdad es que cuando Enrique empezó a mover el esqueleto no lo hacía nada mal.

      —¿Es que quieres que todo el mundo se dé cuenta de que lo nuestro es una boda de mentira? ¿Que tú te casas para que tu familia deje de darte por saco y que yo lo hago por no tener que ir más al consulado a Cádiz para que me renueven los papeles?— Y al ritmo de Loquillo empezaron los dos a  pegar saltos por toda la pista.

      Serían ya las seis de la mañana cuando el personal empezó a retirarse y decidieron hacerlo ellos también.

       —No ha estado nada mal, ¿eh? Ha superado con creces mis expectativas— Y los dos rieron a carcajadas dentro del taxi que les llevaba a casa.

      A la altura de la glorieta de Cuatro Caminos, Enrique le propuso a María que se quedara esa noche a dormir en su casa para no levantar sospechas, y a ella le pareció una buena idea. Ella fue llevando ropa y fotos suyas a la casa de Enrique, con la excusa de que era para que «aquello pareciera un hogar», y al final consiguieron que lo fuera.

      Un día, estaban sentados en una cafetería esperando a que Ana saliera del colegio y Enrique le dijo: —Pues al final no nos ha ido tan mal— y empezaron a besarse hasta que se dieron cuenta de que una niña de unos 7 años los estaba mirando y, con cara de guasa, les decía: —¡Qué ascooo!»

      Y los tres rieron a carcajadas.

 

COMENTARIOS:

 

– Enrique? Ana? Cocoguagua Cocoguagua 🤣
– Me falla el final 🤔
– El mejor de la semana. 👏
– Parece que el cuento no se ha terminado
– Hay deseos que la razón no entiende

 

Desierto

Panoramix

… Este lobo feroz se abalanzó sobre tan apetitoso banquete. Sobra decir que tuvimos que recalentar la cena…

Yoko

…Culpable sin el beneficio de la duda por un crimen que todavía no habían cometido, pero seguro que cometerían…

Lady

… Cabalgando al galope la euforia de la escritura…

Lady

… Mis dedos no podían dejar testimonio inmediato justo en el momento en el que se presentaban con tanta brillantez. Y ahí estaban, con los brazos en jarra y mirada irreverente, como si yo no estuviese a la altura de la escritora que ellas merecían…

Lady

… Hasta tuvieron una reunión sindical urgente, de la que la portavoz inmediatamente me comunicó que si cometía el delito de meterlas en un cajón, nos veríamos las letras en los tribunales…

Mafalda

… Tener ocho cuartos de baño cuando en casa solo somos cuatro culos…

Tintín

… Si al séptimo día descansó, y era domingo, se lo encontraría todo cerrado, ¿no?…

RELATO 5 – LADY X

 

No sabía cómo terminar, cabalgando al galope la euforia de la escritura. Increíbles ideas que atropellándose entre ellas me venían de todas partes protestaban mientras se agolpaban unas con otras, porque mis dedos no podían dejar testimonio inmediato justo en el momento en el que se presentaban con tanta brillantez. Y ahí estaban, con los brazos en jarra y mirada irreverente, como si yo no estuviese a la altura de la escritora que ellas merecían. Comencé a sentir la primera gota de sudor que se deslizaba por mi frente y sí, me hubiese encantado tener un paquete de tabaco encima de mi escritorio, de la marca que lo fumase Julio Cortázar o Eduardo Galeano, y un cenicero con restos de colillas al lado de mi máquina de escribir, como una verdadera escritora genialmente inspirada y atormentada por ello.

      Las ideas seguían alborotadas y, cuando miraba de reojo a cualquiera de ellas, esta, con actitud altanera, me susurraba toda una historia, mientras me miraba por encima del hombro. Qué horror. No podía levantar la mirada de la máquina de escribir, temiendo la imposibilidad de terminar lo que tenía en mente por tal acoso. ¿Es que no veían que estaba sufriendo? ¡Menudo nivel de exigencia!

      Decidí poner orden. Así que cogí un folio en blanco y comencé a clasificarlas. Ninguna estaba contenta con el lugar que le asignaba; decían que tenían matices de géneros completamente diferentes y que yo las estaba matando con mi exceso de síntesis al etiquetarlas. Hasta tuvieron una reunión sindical urgente, de la que la portavoz inmediatamente me comunicó que si cometía el delito de meterlas en un cajón, nos veríamos las letras en los tribunales.

      Tocaron a la puerta. ¡Por Dios, no era el momento!, pensé. Dije a quien fuese que estaba ocupada, que bajaría a la hora de la cena. Oí la voz de mi hermana diciéndome que se iba al aeropuerto para su viaje de un mes a la India y que quería despedirse. Antes de levantarme de la silla, miré a las ideas con actitud desafiante y señalándolas con la punta de mi dedo índice les ordené que no se movieran, que solo tardaría un minuto.

      Mi hermana quería saber de qué se trataba lo que estaba escribiendo en ese momento. ¡Qué graciosa! Y yo. De veras que me hubiese gustado decírselo, pero  embrollada en ideas múltiples que se escapaban con vida propia, en diferentes direcciones, me embarqué en una respuesta que no sabía cómo terminar.

COMENTARIOS:

 

– Muy bien escrito y muy bien contado! 👍
– Muy original y muy bueno 😉
– Me recuerda mucho a mí y a mi desorden mental 😊
– Excelente 👏
– Cuántas veces nos habremos visto en esa situación los roedores de este club 😊
– Tan ocupada con sus ideas… 😊

 

RELATO 3 – PANORAMIX

No sabía cómo terminar, pero tenía que hacerlo. ¡Ya no daba más! Esta relación me estaba ahogando. Ya no tenía paz, ya no reconocía mi propia casa. Eva se había ido adentrando en mi vida hasta invadirla del todo. ¿Cómo se lo permití?

      Ella, que apenas si se había percatado de mi existencia cuando Manolo nos presentó en su cumple. Yo, enamorado de ese cuerpazo y esos ojos azul cielo… ¡WOW! La perseguí disimuladamente toda la noche. Ella, indiferente a mis encantos (sonrisa sexy, guiño pícaro, «¿Quieres otra cerveza?»…), apenas me sonrió. No logré averiguar ningún detalle de su vida, pero escuché que había quedado con unos amigos tres días después.

      Y allí me presenté haciéndome el tonto: —¡Eva, vaya, qué sorpresa!

      O no me recordaba, o fingía no hacerlo. ¿Cómo no se fija en mí, si estoy hecho un toro, llevo mi mejor pinta, y esta colonia irresistible?— pensé. Pero no me amedrenté. Quise combatir su acogida de temperatura polar, diciéndole que era el destino el que había previsto este encuentro supuestamente fortuito, y que yo me dejaba llevar… Un poco cursi, ya lo sé, pero salí de allí triunfante, con su número. ¡YESSS!

      Muy estratégicamente, tardé tres días en enviarle el WhatsApp. Tono informal y desinteresado para camuflar la ansiedad, proponiéndole unas cañas en un bar del centro… Me tuvo en ascuas dos días, y al llegar su «Vale, 21:00», mi corazón dio un triple salto mortal y la emoción me quitó el sueño dos días. ¡Lo juro!

      La corriente pasó inmediatamente, y nos contamos nuestras vidas, entre algunas cervezas y muchas risas, cortesía de mi mejor repertorio de bromas y anécdotas divertidas. Fue el primero de pocos encuentros, porque pocas semanas después estábamos hablando de «nuestro futuro» juntos. Casi siempre, era ella quien disponía y decidía. Yo, en el quinto cielo, aceptaba y me acomodaba, sin percatarme de nada. Menuda sorpresa cuando regresé a casa —a MI casa— una tarde y la encontré con su sonrisa de corderito inocente en el salón. MI salón, MI piso… Estaba tirada en el sofá casi desnuda, y a la luz de velitas románticas se veía preciosa. Como era de esperarse, este lobo feroz se abalanzó sobre tan apetitoso banquete. Sobra decir que tuvimos que recalentar la cena, ¡je, je!

      Fue la primera de una serie de sorpresas bastante… cómo decir… sorprendentes, vamos. Pero la mayor —¡coño, me quedé helado!— la de la noche que conocí a su padre: —¡Déjate de formalismos y dame un abrazo, «yerno»!— tan solo cuatro semanas después de haberla conocido.

      La verdad, creo que mi subconsciente había ido registrando las pequeñas pistas durante todo el proceso, pero el enamoramiento no me permitió terminar de armar el rompecabezas, hasta que ya fue demasiado tarde. Eva estaba casi siempre a mi lado, estuviésemos solos o con amigos, donde y a la hora que ella hubiese escogido. Prácticamente se había mudado allí. Que un día cortinas nuevas («¿Quedan preciosas, ¿verdad?»), que otro el cajón del que se adueñó («¿No te parece más cómodo?»), la decoración que fue cambiando («¡Ahora sí que tiene vida este piso!»)… hasta el día que me recibió con un «hemos venido a instalarnos», mientras señalaba al cachorro a su lado. «Se llama Peluche, ¡y es un encanto! Ya verás».

      Creo que esa fue la bofetada que me hizo despertar. ¿Era posible que mi piso ya no pareciera mío? ¿Que los horarios, actividades y hasta amistades hubiesen ido cambiando hasta casi desaparecer? Y todo, ¡sin siquiera consultármelo! Era llegar cada noche y toparme con el último cambio: «¿Te gusta, cariño?». Y yo: «Claro que sí, todo precioso, todo me gusta», aunque no fuese cierto, todo para complacerla.

      El día que llegué y encontré a «Peluche» dormido en mi cama despabilé. ¡Ya no era dueño ni siquiera de mi lado de la cama, joder! En un ataque de pánico, mi instinto de conservación me ordenó de repente que recogiera y empacara todas sus cosas, y lo dejara todo en el pasillo.

      Así lo hice, y ahora estamos aquí sentados en el descanso, analizándolo todo y esperándola.

      —Ya verás qué tremenda sorpresa le daremos, Peluche, cuando le anuncie que te quedarás con su lado de la cama, amigo».

COMENTARIOS:

 

– Protocolo antipetarda activado!!! 👏😄

– ¿Basado en hechos reales? 😁

– Creo que esa relación tiene los días contados…o las horas, o los minutos…

– Muy divertido y suena a vivido…

– El amor lo llena todo, pero, ¿es necesario?

 

RELATO 4 – YOKO TSUNO

 

No sabía cómo terminar esto. Estaba ahí pisando el cuello del agente, que respiraba con dificultad sobre el asfalto… todavía. Marcel le increpó:

      —Vamos, tío, mátalo de una vez.

      Pero Néstor apuntaba a su cabeza con decisión mientras miraba los labios del joven policía, de unos 25 años, pelo corto, rubio, de complexión parecida a la suya, delgada, pero fuerte. Su boca parecía querer decir algo: «por favor…». ¿Cómo había llegado hasta ahí? Hacía apenas unas horas le había prometido a su novia que sería la última vez: «No más mierda, cariño, no quiero que te maten». Y esta vez quería que fuera de verdad, el último paquete que entregaba a ese tal Marcel.

      —Vamos, chaval, ¿cómo que el último? —le había dicho este al saludarlo Néstor con un «esta es la última, lo dejo». Entonces Marcel le agarró del brazo y se pegó a su cuerpo de costado. Néstor notó que lo encañonaba a través del bolsillo de su chaqueta.

      —No puedes hacerme esto, chaval, ya te lo dije, una vez dentro, me lo debes, ¿quién va a dejarte dinero si no para ese hijo que esperas con la zorra de tu novia?

      —¿Cómo coño sabes que está embarazada?

      —Te lo dije, cuido a mi gente, y ahora te cuidaré a ti también. Toma esto, escóndelo, te vendrá bien.

      Entonces Marcel se separó apenas unos centímetros, sacó el arma y la introdujo en el bolsillo interior de la cazadora de Néstor. Parecía que conocía hasta los secretos de su ropa. Néstor tragó saliva antes de que Marcel le estrechara la mano a la altura del pecho.

      —Nos vemos pronto, chaval. ¡Vosotros, manos arriba!

      Un joven policía les cerraba el paso del callejón donde se encontraban, apenas una callejuela al final de una calle residencial tranquila, que terminaba en un parque separado por una valla demasiado alta como para trepar y huir. El agente se acercó a ellos para detenerlos. Fue en ese momento cuando Marcel le dio un cabezazo que rompió la nariz del policía. Fue tan rápido que no tuvo tiempo de reaccionar. El policía dio dos pasos atrás instintivamente y Marcel aprovechó para tirarlo al suelo y seguir golpeándolo en la cabeza mientras gritaba:

      —¡Saca el arma, chaval, a qué esperas!

      En ese momento, Néstor pisó el cuello del agente mientras recordaba todas esas veces que lo habían parado por su aspecto, por su color de piel. Apretó el cuello con fuerza bajo la suela de sus Nike. La última vez estaba solamente hablando con sus compañeros de instituto en un banco. ¿Por qué a ellos? «¡A callar, chaval, y dame tu documentación!» «¡No hemos hecho nada!» «¡O te callas la boca o te la parto!». Y así infinidad de veces, en las noches en las que no podía dormir y se reunía con algún amigo a fumar en la calle. La sospecha era clara e ineludible: «culpable sin el beneficio de la duda por un crimen que todavía no habían cometido, pero seguro que cometerían».

      En ese momento encañona su cabeza, pequeña, la de un hombre cualquiera que representa tantas cosas que odia. Siente la sangre en sus sienes, los latidos en sus oídos acelerados por la adrenalina, pero no puede dejar de mirar esos labios de «por favor». Un sudor frío resbala por su espalda. «¡Hazlo, coño!». Néstor quita el seguro del arma con su pulgar y apunta. Pero no puede, tiembla y deja caer el brazo que sostiene el arma.

      —Es solo un chaval —susurra Néstor.

      —Aparta, gilipollas.

      Marcel le arranca la pistola de la mano y lo empuja a un lado al mismo tiempo que dispara. Se oyen unos ladridos de perro mezclados con los de sus pasos mientras salen corriendo del callejón.

 

COMENTARIOS:

 

– Excelente narración! Lástima que no sea una novela para saber qué pasa después.

– Tarantino inspired?

– Buena elección del nombre del personaje 😄

– Me gusta! Si fuera una película le pondría la banda sonora de Los Chunguitos

– Violencia sin mucho sentido 🤔

 

RELATO 9 – MAFALDA

 

No sabía cómo terminar de construir mi propia casa… ¡Manda narices! Después de 20 años diseñando edificios de viviendas,  hoteles y casas para otros. A ver, no es que no supiera literalmente cómo terminar. De hecho, si había esperado tanto tiempo era porque quería tener una vasta experiencia antes de ponerme manos a la obra con el hogar de mis sueños. No quería que me pasara como a mi antiguo compañero de clase, Bosco Osorio de Moscoso.

      Bosco había entrado en la universidad porque era un poco lo que le tocaba. Ni siquiera le gustaba la arquitectura, pero su padre era el dueño de una constructora y tenía garantizado un puesto fijo para toda la vida en cuanto saliera al mundo laboral. Lo único que motivaba a Bosco para seguir en el aula escuchando a profesores hablar de hormigón, era que su padre le había prometido su propia casa al terminar los estudios. Y sin límite de billetes.

      El problema fue que Bosco tenía, como condición, que diseñar su propia casa, y durante toda la carrera no había hecho una sola maqueta que fuera factible en la vida real. El pobre no sabía casi ni abrir el AutoCAD y he oído rumores de que terminó haciendo el diseño en el juego de los Sims.

      Aquella casa no duró ni un año en pie. No podría ni empezar a explicar todo lo que le pasó, pero salió en todos los periódicos y hasta creo que ahora se estudia en las universidades como todo lo que no hay que hacer. Cundió el pánico y ya nadie quería habitar los edificios de Borja Osorio de Moscoso, el padre de Bosco, y este tuvo que empezar a construir viviendas de protección oficial bajo un pseudónimo.

      Podríamos decir que Bosco tenía el dinero, pero le faltaba el conocimiento. A mí me faltaba más de lo primero que de lo segundo, pero mientras amasaba mi pequeña fortuna, confiaba en hacerme una experta arquitecta y poder parecerme más a Iñaki Ábalos que a Santiago Calatrava.

      A estas alturas ya conocía los materiales más eficientes y dominaba los acabados. Es más, en toda mi vida no había diseñado un edificio o una casa que tuviera grietas o goteras, y eso es algo que Bosco, por ejemplo, no podía decir. El problema es que en vez de guardarme algunas grandes ideas para mi futura casa, las fui depositando en mis edificios. Ahora el baño de la suite del hotel Murdoch era el baño de mis sueños, pero yo no quería que mi hogar tuviera una réplica del baño de un hotel. Tampoco quería que mi casa fuera un Frankestein de todos los edificios en los que había vivido. Necesitaba ideas nuevas.

      Había decidido tomarme un año sabático para dedicarme plenamente al proyecto de mi vida, pero ya habían pasado más de seis meses y lo único que tenía era el terreno. Cambiaba los planos de la casa cada día.

      Quería construir una habitación del pánico, como en la película de Jodie Foster, un cine en casa, una piscina climatizada y un refugio contra huracanes, a pesar de vivir en Zamora. Pero cuando empezaba a diseñar, me sorprendía a mí misma dibujando tres cocinas. ¿Para qué quiero yo tres cocinas?  ¡Si no sé cocinar, me sobran tres!

      No quería que mi casa terminara convirtiéndose en una casa museo, como la de Kim Kardashian, o tener ocho cuartos de baño cuando en casa solo somos cuatro culos. Si mirabas los planos, parecía que mi sueño era tener una piscina dentro del salón, pero eran mis lágrimas. Lágrimas de frustración.

      Hasta que llegó mi hija pequeña, que solo llevaba siete años en este mundo y ya era más sabía que todos los arquitectos que había conocido nunca, y me dijo: «Mamá, ¿por qué no haces una casa normal y luego añades los extras, como con el coche»?

      Así que empecé a simplificar y empezó todo a fluir.

      Luego llegó su hermana mayor con la discoteca de la Nancy y me dijo que podría copiar la idea; así tendríamos un salón de día y una discoteca de noche.

      No me disgustaba la idea. Otra vez no supe cómo terminar mi propia casa…

 

COMENTARIOS:

 

– Tiene gracia, es muy imaginativo; el final quizá así así 😊

– Solo a los ricos les pasan esas cosas. Los pobres, lo que no sabemos es como vamos a pagar el alquiler 🤔

– Todo es poco para uno

 

RELATO 8 – LUKY LUKE

 

No sabía cómo terminar. El maldito problema de estadísticas se me había atascado. El final no estaba claro. Tanto insistirle al profesor para que me repitiera el examen porque había tenido un problema de salud, para nada. Había recurrido a todas mis influencias, y ahora, al final, no sabía cómo terminar el problema.

      Para mí era fundamental aprobar esa asignatura, era una cuestión de amor propio. Había coincidido con el profesor de estadística el año pasado en un cine de verano. Él iba también solo, y entre nosotros había surgido algo. No sé muy bien la edad que podía tener; quizá treinta o treinta y algo. Pero indudablemente era un hombre atractivo. A mí ese tipo de hombres me volvían loca. Su forma de vestir, de expresarse… Indudablemente, los años que tenía de más los tenía también de experiencia. Se sentía cómodo en esa situación, hablando con una alumna, sin tener ningún tipo de nerviosismo o vergüenza, como tenía yo en ese momento.

      Vimos la película juntos y después dimos un paseo, comentando las escenas. Me preguntó por mi vocación, porque estaba estudiando matemáticas. Yo le dije que siempre me habían gustado los números, que a mí los números me daban tranquilidad y certeza, y que ningún problema se me solía atascar.

      Pues en ese momento estaba totalmente atascada; no sabía cómo terminar. Para mí era una cuestión de orgullo. Me había puesto chulita esa noche y mírame ahora.

      Él se acercó a mí y me dijo: —¿Qué pasa, Vanesa? ¿No sabes cómo terminar?

      Yo no sabía a lo que se refería, si al problema de estadística, o quizás a esa historia nuestra que empezó en el cine de verano, esa historia que me confundió a través de los días y de los meses, en la que tuvimos una intimidad a muchos niveles, contándonos cosas que nunca habíamos contado a otras personas, y que a mí en un momento determinado me hizo sentir fuera de lugar, como si esos quince años que nos separaban me depositaran en un abismo que no era capaz de manejar.

      Y bueno, pues me alejé de él. Pero nunca me alejé del todo. Por ejemplo, hoy había recurrido a él para repetir este examen.

      El tiempo avanzaba y yo seguía con el bloqueo mental. No sabía cómo terminar el problema, y tampoco sabía cómo terminar o avanzar en nuestras relación. Sobre todo porque no había sido del todo sincera; le había  dicho que mi novio y yo teníamos una relación abierta, que él veía con buenos ojos que yo conociera a otras personas, que no me privara de la experiencia de indagar en otras personalidades y en otros mundos, pero no era así.

      No sé si mi profesor tenía alguna otra relación. Desde luego por la facultad no se comentaba nada. Era como el soltero de oro. No es que fuera un tipo excesivamente reservado; tampoco simpático. Era una persona que guardaba una cierta distancia con los alumnos, pero mantenía siempre las puertas de su despacho abiertas. Yo lo había conocido en una situación diferente, fuera de la facultad. Era curioso que los dos pasáramos los veranos en el mismo sitio.

      El timbre sonó, se había acabado el tiempo y tenía que entregarle el examen. Lo dejé en la mesa con la esperanza de poder irme de forma inadvertida, pero a él le había dado tiempo a mirar por encima las respuestas, y al salir por la puerta me dijo:

      —Ay, Vanesa, Vanesa, qué mal has terminado el problema.

      Y yo otra vez no supe muy bien a qué se refería.

 

COMENTARIOS:

 

– El paralelismo de los “problemas” es un poco forzado en mi opinión, aunque la idea es buena 😊

– Un poco Miller’s girl

– Mi preferido. Divertido de leer, entretenido 😊

 

RELATO 6 – PROFESOR BACTERIO

 

No sabía cómo terminar aquella historia. Ahora, hablando de ella contigo, me parece algo mundano, del día a día, pero fue un momento muy duro.

      Porque, vamos a ver, la salsa de tomate estaba ya más que preparada y reducida y con el punto justo de sal. Lo sé porque alguna gota de salsa me salpicó mientras la abuela no paraba de removerla con el cucharón de madera. Y al final, siempre, algún regalito cae.

      Después de que se enfriara la salsa, la dejó en el frigorífico para que se asentara y para que cogiera cuerpo para el día siguiente. Cuántas veces habrá hecho eso en mi presencia…

      A la mañana siguiente, la abuela y el niño se tiraron un buen rato haciendo las albóndigas, que yo los vi: «venga, y ahora coges un poco de carne, y haces una bola con tus manos, así, ¿lo ves?». El niño cogió carrerilla y parecía que tenía una fábrica de bolas de carne en sus manitas. Alguna era más grande que otra, pero total, «nos las vamos a comer todas, ¿verdad, abuela?»

      El nieto se fue a jugar un rato. Y la abuela rematando sola la faena. Así que nada, empezó a freír las albóndigas, que cómo duelen las chispitas de aceite las muy cabronas, y las mezcló con la salsa. Por lo que oía decir a la abuela, «¡esto está de muerte!», podía intuir que estaba todo yendo muy bien.

      La comida salió exquisita. Yo desde la cocina solo podía escuchar el ñam ñam y el dale que te pego con el «¡qué buenas nos han quedado las albóndigas!» Y bueno, de vez en cuando, unas risas, el ruido de tenedores o cuchillos partiendo las albóndigas… lo típico.

      Solo sobró para un tupper. Y la abuela arrebañó muy bien la cazuela. Hasta la última gota de salsa cayó en el tupper. Y guardó la última porción en el frigorífico.

      El problema vino con la cena. El niño se había ido con sus padres, y la abuela, sola, no quería cocinar nada. Estaba cansada de fregar los platos y de arreglar la cocina, que por cierto, me dejó sin una pizca de tomate en el cristal y parecía que no había pasado nada allí.

      Se acercó a la cocina y sacó el tupper del frigorífico. Tenía una mirada de deseo que competía con la que había mirado a su nieto unos momentos antes. Se le salía el ansia de albóndigas de sus ojos. En su imaginación creo que se estaban deshaciendo las albóndigas en su boca. Me metió el tupper bien en el centro: «cinco minutitos serán suficientes». Y se volvió a su sillón a ver un poco la tele.

      Al principio, todo iba según lo previsto. Pero a la abuela se le va la pinza de vez en cuando por su edad, y a mí la potencia. No sé cómo… bueno, sí que lo sé… se fue inflando la tapa. Parecía aquello una bolsa de palomitas que al final…

      ¡Puuuuuuummmmmm!

       —¡Pero qué ha pasao!

      Y así fue mi manera de decirte: hasta siempre.

 

COMENTARIOS:

 

– Arrebañó? No es rebañó???? 😲 Por otro lado en TBC ya se ha escrito sobre el punto de vista de un microondas, pero está muy bien! Me falta algo al final

– Buena manera de darle vida al microondas 😄

– Las abuelas! No sé si saben lo importantes que son en nuestras vidas 😊

– ???? 🤔

– Original y bien narrado, y la frase bien utilizada, no como un simple título 👍

– El final se entiende regular 😏

 

RELATO 7 – MICKEY MOUSE

 

No sabía cómo terminar. Su vida terrenal como Santi no había sido nada fácil. Ahora que su alma se había apoderado de Pedro, no tenía manera de volver atrás. De nuevo estaba viviendo una vida humana en un cuerpo totalmente desconocido. Ahora sabía los miedos de Pedro, ahora igual que él sentía el amor que tenía por su madre, cosa que nunca había conocido Santi, y sentía amor por Romina, pero al modo de Pedro, no con la intensidad que Santi profesaba. Ahora tenía otro canvas de emociones y ahora tenía miles de preguntas. ¿Cómo terminaría su viaje? Después de todo, había salido sin rumbo ni norte de su cuerpo a este plano entre la vida mundana y el ascenso eterno, y se había quedado en estado de limbo perpetuo, lo que le permitía reflejar su humanidad por medio de conexión psíquica. Así había encontrado a Romina, pero Pedro había sido un daño colateral, o tal vez era parte del plan divino.

      Romina, por su parte, había quedado en shock después de la visita al cementerio de su pueblo, y después de unos días de ir a misa todos los días y hablar con el cura acerca de Santi, regresó a la ciudad, no muy convencida de que haber visto a Santi hubiera sido cosa de su subconsciente, porque se sentía sola y le extrañaba. Habría sido solo coincidencia.

      Cuando llegó a la puerta de su edificio, ya en la ciudad, encontró a Pedro sentado afuera esperándola. Él sabía que llegaría. Por eso se plantó allí todo el día hasta que la vio bajar del bus. Romina corrió al verlo, se abrazaron y besaron apasionadamente. En el departamento, Romina le contó la mayoría de los pormenores de su viaje, evitando el tema de Santi. Romina estaba sorprendida con el cambio de Pedro. Sus ojos brillaban de una manera diferente; no sabía exactamente qué era, pero verlo le recordaba mucho a Santi. En medio de la conversación, quiso sincerarse con Pedro acerca de su enfermedad. Si iban a seguir juntos, Pedro tendría que enterarse de lo de su sífilis y su tratamiento.

      Romina empezó su historia, que Pedro escuchó atentamente sin chistar palabra, solo asintiendo a todo. Ella se percató de su actitud.

      —Oye, ¿no vas a decir nada? ¿Solo vas a mover la cabeza?

      Pedro le contestó:

      —Sí, o sea no —sonrío—. Solo estoy pensando cómo podemos solucionar esto, eso es todo.

      —Esto no tiene solución, Pedro, no seas incrédulo. Estaré sometida a esta enfermedad hasta que muera, así que piénsatelo bien.

      Pedro la abrazó y le dijo:

      —¡Confía en mí, Romina, pronto lo solucionaremos!

      Ella lo miró extrañada de su actitud calmada, pero sintió seguridad en sus palabras.

      —Vale, ya basta de tristeza. Cámbiate, ponte algo sexy, que vamos a salir —le dijo Pedro.

      Y así los amantes se dirigieron al mejor restaurante de la ciudad, a empezar su nueva vida.

      Después de su maravillosa cena, tomaron un taxi que los llevó al bar del prostíbulo. Romina preguntó:

      —¿Y aquí qué hay? ¿Dónde vamos?

      —Ven, vamos a tomar algo y a escuchar música.

      Pedro sabía que Romi amaba la música, y así la convenció de entrar a aquel viejo bar. Al entrar, le dijo:

      —Yo también tengo algunos secretos que contarte.

      En el bar, tomaron unos tragos y bailaron. Romina estaba muy contenta. Pensó que hacía mucho tiempo que no se sentía tan cómoda con alguien, desde que estaba con Santi. Estando allí, apareció Aminta y saludó a Pedro. Él la llamó a su mesa y le presentó a Romina. Aminta los miro y se sintió muy atraída por la pareja. Había conocido a Pedro, lo había visto con Santi, pero no había sentido esa atracción que sentía ahora.

      Romina se levantó para ir al baño. Aminta y Pedro se quedaron solos por un momento, y Santi aprovechó para revelarse ante Aminta. Cuando Romina volvió, Pedro y Aminta bailaban, lo cual hizo que Romina se sintiera un poco celosa. Pedro la abrazó y, besándola, le pidió que los siguiera. La tomó de la mano y así los tres se dirigieron al cuarto de atrás. Pedro susurró al oído a Romina:

      —Confía que aún estoy aquí, en mí.

      Fin

 

COMENTARIOS:

 

Estoy de los relatos de Romina hasta… 😫

– Fin? Seguro? 😃

– Muy liosos estos relatos, contados en un estilo muy oral, poco pensado para el lector 🙄

– Lo que faltaba, ahora también necrofilia! 😂

 

RELATO 1 – L. LAWLIET

 

No sabía cómo terminar y, así pues, elegí el camino de la violencia. Después de tantos intentos, y de ver como a cada obra maestra que hacía, una nueva solución mi mierda requería, desesperé cual político pillado manteniendo relaciones sexuales con una persona del mismo sexo, o peor, con un trans: negándolo todo, disimulando, tirando balones fuera. «Yo no he sido» era mi moto más repetida. Entre la vergüenza y la humillación interna más profunda de mi vida, decidí tomar las riendas de mis propias cagadas, responsabilizarme a mí mismo por lo que había hecho y, de caber, hasta intentaría sentirme orgulloso por ello.

      Como he dicho anteriormente, para solucionar todo este sinsentido, decidí que la violencia era la única solución a un problema que tenía solo conmigo mismo, y con nadie más. Así que, visto que eran Falles1 en València, y me encontraba por mi pueblo natal de vacaciones, compré una femella2 y me dispuse a hacer uso de ella. Y es que se ve que los bunyols3 que compré en frente del Casal4 formaron una interesante y dura pasta dentro de mis intestinos y, claro, la materia expulsada obtuvo la misma consistencia.

      Y aquello, queridos lectores, aquello no había manera de hacer que se fuera por el desagüe. Tiré de la cadena unas 5 veces y el excremento, de forma indefinida pero imponente, no estaba por la labor de irse, aunque a mí me pareció casi como una mascletà5 cuando lo expulsé de mi cuerpo. Así que, al no saber cómo terminar aquella obra maestra, cogí la femella, prendí la mecha6 y lo dejé caer allí, a ver si reventaba todo aquello de una vez, y me dejaba todo el mundo tranquilo.

      Quién me iba a decir a mí que el fuego, junto al fuego, crea más fuego. Visto que el ninot7 de mi Falla era más alto que el nivel del agua del váter, así como por arte de magia, inicié la cremà8 más grande de mi pueblo aquel 19 de marzo. Tuvieron que venir los bomberos y, para más inri, me dijeron que habían apagado muchas plantas químicas e industrias petroleras pero que, como aquello… ¡como aquello no habían olido nada en su vida! Y vaya… decir «yo no he sido»… como que no coló mucho.

      Lexicografía:

      1 Falles: festejos valencianos en los que miles de valencianos de bien se sienten más patriotas de València que de España por comer bunyols3 que no saben a nada, emborracharse como Rita Barberá —que en paz no descanse— y desentonar canciones en un valenciano que debería estar prohibido por cualquier academia lingüística.

      2 Femella: una cosa de esas que cuando explota hace bum bum muy, pero muy fuertemente.

      3 Bunyols: aros fritos que llevan muchísima calabaza y muy poca harina, que no al revés. En resumen: hechos en casa, bien, comprados alrededor de fallas, mal.

      4 Casal: local donde se juntan a beber, criticar, y arreglar el mundo las personas más chulas e insoportables del mundo, los falleros.

      5 Mascletà: dícese de una de las dos estupideces más grandes de la historia de la humanidad. Consiste en juntar miles de petardos y hacerlos explotar. Así es como los valencianos contribuimos a la causa por el cambio climático.

      6 Mecha: trocito que sobresale de un petardo para poder prenderle fuego para que explote segundos después, en vez de inmediatamente. Por aquí decimos que si eres de mecha rápida, tienes tendencia a querer mantener relaciones sexuales después de pocos segundos de haber besado a alguien.

       7 Ninot: cada uno de los elementos que componen una falla. Algunos son pequeños, otros enormes, como el descrito en el relato.

      8 Cremà: dícese de la otra de las dos estupideces más grandes de la humanidad. Consiste en elaborar ninots durante un año, desde el concepto hasta la creación, hasta que se pone todo junto, para, simplemente… quemarlo todo. Así es como los valencianos contribuimos a la causa por el cambio climático.

 

      PD: los valencianos de mal somos más patriotas de València que de España siempre, aunque al mismo tiempo dudamos del concepto de patria. Pero, sobre todo, nosotros sabemos valorar nuestra lengua como lo que es, no como un juguete político.

 

COMENTARIOS:

 

– Me ha costado entender lo que hace en la primera parte, me parece confuso. Pero me encanta la lexicografía 🤣
– Ya hemos hablado de caca antes 💩
– Me gustó mucho la descripción rápida para introducir los personajes
– Muy bueno… me ha levantado unas cuantas risas flojas. Me ha alegrado la tarde 😃
– No soy muy fallera yo…pero siempre se ha dicho eso de no prendas fuegos que luego no puedas apagar 😏
– Muy original y bien escrito!

 

RELATO 2 – OLAFO

 

No sabía cómo terminar. A los 48 años, Carolina, médica de profesión, se encontraba viviendo en la ciudad de Panamá desde hacía dos años con su marido Alfredo y dos hijos de 12 y 9 años, el primero Juan Sebastián y la segunda Antonia. Carolina trabajaba para Unicef desde hacía doce años, cuatro años en Bogotá y seis en Maputo, para trasladarse posteriormente a la ciudad de Panamá.

      Quince años atrás se había casado con Alfredo en su ciudad natal, Bogotá. Él, de Manizales, dos años mayor que ella, administrador de empresas. A los pocos años de casados, por las oportunidades profesionales de Carolina, Alfredo cedió para ajustarse al desarrollo de la carrera de su esposa.

      Alfredo desde joven fue rumbero. Su personalidad se tambaleaba siempre entre el típico ejecutivo y un aire de bohemio, con tendencia a beber mucho. Era buen padre. En la vida cotidiana  se mostraba cada vez más inseguro en su vida profesional y en ocasiones se lo hacía sentir a Carolina con quejas, reclamos y cierta agresividad. Parecía que escribía lentamente una cuenta de cobro.

      Estando en Panamá, a Carolina le dieron una misión de ocho días en Haití. Esto se cruzaría con la visita de su mejor amiga, Margarita, quien llegaría cuatro días después. Margarita se quedaría en la casa once días, por razones laborales.

      El Viernes, con Margarita en casa desde hacía dos días, Alfredo se fue a almorzar donde la vecina, una mujer Suiza de 40 años, muy guapa, con la que había entablado una relación de confianza. Se llamaba Sofía.

      Los niños llegaron a casa a las 4:00 pm, Margarita llegó tipo 7:00 y la empleada cumpliría su turno hasta las seis. Después de almorzar, Alfredo y Sofía se dedicaron a beber toda la tarde.

      A las 4:00, los niños estaban con Felipe, el mejor amigo de Sebas, quien vivía en la casa de al lado, con la empleada y el perro, un pastor alemán de dos años, Morgan.

      A las 6:00, Alfredo recibió llamada de la empleada, preguntándole a qué hora llegaría. Le dijo que dejara a los niños solos por una hora, y así fue. En ese transcurso de tiempo, Sebastián y  Felipe se pusieron a patanear con guerra de almohadas, y Morgan, muy nervioso, por defender a Sebas mordió a Felipe en la cara, en la mejilla izquierda. Felipe salió despavorido para su casa llorando con la cara ensangrentada. Sebas llamó a su papá muy nervioso relatándole lo sucedido. Al momento, Alfredo, ya en casa, los tranquilizó, llamó al papá de Felipe, quien le dijo que estaban en la clínica y que después hablarían con más detalles.

      Carolina llamó a Alfredo en su llamada cotidiana y con sorpresa se enteró de todo. Se puso muy molesta por haber dejado a los niños solos.

      Ya con Margarita en casa, Alfredo pidió un domicilio para la comida, posteriormente acostó a los niños y, una vez rectificando que estuvieran dormidos y que Margarita estaba en su cuarto, salió a encontrarse nuevamente con Sofía.

      Sebastián se había levantado y, con sigilo y teléfono en mano, persiguió a su papá. A mitad de camino empezó a grabar, vio como entró en casa de Sofía, que lo saludó en la puerta con un beso en la boca. Después buscó la ventana de la sala, donde fue testigo del comienzo de una escena erótica, y se quedó grabando lo suficiente, trágicamente hipnotizado.

      Indignado mientras regresaba a casa, en modo histérico y compulsivo, le mandó todo el video a su mamá. Carolina llamó inmediatamente. Alfredo, atónito y sin palabras, regresó a casa y se encerró en el baño. Margarita en alerta, ya enterada de todo, llamó a los bomberos y a una ambulancia, como prediciéndolo todo. En unos cuantos minutos, la calle se encendió con sirenas, los bomberos abrieron la puerta del baño, encontraron a Alfredo inconsciente, con un frasco de píldoras tranquilizantes desocupado en el suelo.

      Alfredo se recuperó de la intoxicación en la clínica. La reacción de Sebastián, por el momento, se estableció en respaldar a su mamá. Antonia no se enteró de nada. Margarita, indignada, apoyó a su mejor amiga. Y Carolina montada en un avión regresando a casa sin saber cómo  terminar.

 

COMENTARIOS:

 

– Lo he leído tres veces y sigo sin entender quién es quién ni lo que ha pasado. Además la frase inicial es un título, no guarda relación con el texto 😶
– Está escrito de manera muy rara: “Esto se cruzaría con la visita…” , “Alfredo pidió un domicilio para la comida”, “una vez rectificando que estuvieran dormidos…”, “Un frasco de píldoras desocupado…”
– El pobre! Jeje 😁
– Menuda se ha liado! Un auténtico culebrón «colombiano» 😅
– Son varios relatos en uno? 😏