Relato 3:

VIC VEGA

 

La felicidad consiste básicamente en tener unos niveles correctos de endorfinas, serotonina, oxitocina y dopamina. Da igual que sea el tercer lunes de enero o, por el contrario, que hayas acertado una quiniela de catorce, porque si tus cuatro hormonas de la felicidad no están dentro de los valores basales normales, lo tienes un poco más complicado.
   Claro, esto antes no se sabía. La gente pensaba que la felicidad dependía de levantarse de la cama con el pie derecho o de un mensaje positivo en la taza del desayuno, como por ejemplo: “Esta taza contiene alegría para todo el día”
   En mi taza había Cola Cao, que no es otra cosa que azúcar con cacao, y en la de mi madre, café con leche. De contener algo, contenían drogas legales que nos darían la energía suficiente para soportar la primera hora del día, ¿pero alegría? No.
   Nos negábamos a beber de una taza que nos mintiera, por eso mi madre seguía usando una taza de los Juegos Olímpicos de Barcelona del 92, con un Cobi que se intuía más que verse, y yo una de Fosfik, de los Kao Kao, que nos regalaron con el paquete de 5 Kg de Cola Cao.
   Aunque mi madre sabía perfectamente que la felicidad no dependía de una frase motivacional clavada con chinchetas al lado del reloj de pared de la oficina, había sido víctima de este marketing de la felicidad en el pasado.    Cuando estaba embarazada, fabricando a servidor, se obsesionó con crear y criar al niño más feliz del mundo (claro que, por otro lado, ¿qué madre no querría eso?) y siguió casi todos los consejos que le iban dando.
   Ella iba a la frutería con su carro de la compra, su barriga de 7 meses, sus pies hinchados y un intento de sonrisa, y volvía a casa con un kilo de plátanos gratis porque, según Encarnita, la frutera, el plátano tiene altos niveles de triptófano que son muy importantes para liberar serotonina.
   En el ascensor, Armando, el vecino del quinto, la invitaba a su taller de risoterapia porque, según él y la ciencia, era muy importante reírse para liberar endorfinas. Mi madre finalmente se apuntó y todavía hoy lo lamenta. Ya podía haberla invitado a ver el monólogo del cómico de moda en vez de a ese festival del terror, con gente con los ojos muy abiertos, las mandíbulas desencajadas y estruendosas carcajadas falsas. Tuvo pesadillas durante un mes.    Antoñita, la del kiosco, le metía una tableta de Valor con 99 % de cacao entre las páginas del periódico. Así que entre la victoria del Recreativo de Huelva y el empate entre el Racing de Santander y el Espanyol, mi madre se encontraba un poquito de dopamina en cuadrados.
   El chute de oxitocina se lo metieron en el hospital, el día de mi desalojo.
   A pesar de tantos esfuerzos, la cosa no salió bien. Sus niveles de cortisol aumentaron ante la presión de parir al próximo Matthieu Ricard y mis hormonas de feto también se descontrolaron un poco…
   Mi madre consiguió tener al niño más feliz del mundo, pero también al más triste.
   Nací subido en una montaña rusa infinita en la que unos días me siento Matthieu Ricard y otros Sylvia Plath, pero no soy ninguno de los dos.
   Y cuando un cuaderno quiere hacerme sentir mal porque “un día sin sonreír es un día perdido», me acuerdo de que no soy yo, son mis hormonas.
   Puedo ser feliz, solo lo tengo un poco más complicado.

COMENTARIOS:

 

– Estamos condicionados por nuestra naturaleza
– ¡Excelente! Lo único es que ahora las quinielas son de 15
– No es tan simple.


Relato 2:
ODA MAE BROWN

 

La felicidad consiste básicamente en… La felicidad consiste básicamente en… La madre se queda pensando mientras no sabe muy bien qué responder, lo cierto es que ya está un poco harta de esta tarea de tener que hacer los deberes todas las tardes con Pablito. ¡Está tan cansada! Aun así hace un esfuerzo y aunque le cuesta responder, porque su vida no se puede decir que sea precisamente un modelo de felicidad, tiene que representar otra imagen ante su pequeño; él no merece que ella le dé una visión realista y tan mordaz como ella tiene de ese mito de la felicidad que nada tiene que ver con la vida, con el esfuerzo rutinario por sobrevivir, por sacar a su pequeño adelante y darle la oportunidad de un futuro mejor.
   Desde que su padre se fue, reina la calma en la casa, aunque las jornadas son agotadoras para lograr pagar todas las facturas, para poder poner un plato de comida caliente en la mesa. Quizás esa calma sea la felicidad, aunque el estrés continuo y la presión por salir adelante sola no siempre la dejen disfrutarlo.
   Ella se queda pensando, y sí, presiente que la felicidad no debe ser algo demasiado ambicioso, sencillamente no vivir con miedo.
   Miedo a defraudar…
   Miedo a ser humillado…
   Miedo a ser agredido…
   Miedo a ser ignorado…
   Miedo a no llegar a fin de mes…
   Miedo a no tener un techo que te cobije…
   Miedo al desamor…
   Miedo a la enfermedad…
   Miedo a la muerte…
   Todos de modo general tenemos esos miedos, pero es muy diferente cuando suponen amenazas genéricas, casi abstractas, que cuando son el marco de tu vida. Ella lo ha sentido así mucho tiempo, aunque ya no tiene a su maltratador cerca, la vida le sigue poniendo los peldaños muy altos y ese sobreesfuerzo por salir adelante, recompensado por la alegría de su pequeño, le hace pensar que quizás con empeño se vayan conquistando pequeñas metas que den estabilidad a su vida, a su pequeña familia, a su tesoro, que quizás logre dominar esos miedos, o por lo menos sepa articularlos de manera que no causen tanta presión y vea, en un futuro no muy lejano, que al despertar, en ese rayo de luz que anuncia un nuevo día está el principio de la felicidad.
   Todo esto se ha quedado pensando, han pasado tan solo un par de minutos y Pablito le increpa:
   —¡Venga mami! ¿Qué pongo?
   —La felicidad consiste en comer macarrones con tomate, ir al cine a ver una peli chula y comer palomitas y chuches. Ah, y que ese día gane mi equipo.

COMENTARIOS:

 

– El planteamiento de la felicidad como la ausencia de dolor es a veces necesario
– Pues tiene razón. La felicidad es eso y añadiría: que un perro se acerque a saludarte.
– Buen relato, roedor/a
– Si es lo que yo digo siempre, la felicidad consiste en no ser demasiado infeliz
– La felicidad es: la tranquilidad…


Relato 4:

HUGO CABRET

 

La felicidad consiste básicamente en apagar tu ordenador el viernes por la tarde. ¿Alguien me lo puede debatir? Si hay algo que me gusta de mi trabajo es el sonido que se escucha de las campanas de la iglesia de al lado, anunciando que son las ocho y que se acaba mi jornada. Esto no significa que no me guste mi trabajo, nada más cerca de la realidad, pero, ¿a quién le gusta hacer una actividad continuada durante ocho horas? ¿Solo yo siento que tengo erizos en el culo?
   Pongamos de ejemplo los grandes placeres del ser humano basándonos en el hedonismo. Por mucho que nos guste comer sushi, pizza o helado, ¿quién quiere estar zampando tantas horas seguidas? ¿Y si hablamos de sexo? ¿Ocho horas, se atreven? ¿De nadar en el mar, aguantan?
   En realidad, el número ocho condiciona nuestra vida y promete darnos la felicidad. Ocho horas diarias de sueño nos proporcionan el descanso ideal. Ocho horas de jornada laboral son las que debemos cumplir y ocho horas para disfrutar las que se supone que nos quedan. Pero de esas últimas ocho hay que descontar los trayectos de ida y vuelta al trabajo, el tiempo en el baño, el tiempo en la ducha, el tiempo desayunando, cenando, cuidando a los hijos, el tiempo… Perdí la cuenta.
   La felicidad igual se encuentra más, de hecho, en perder la cuenta: de los minutos, las horas, los céntimos, las reuniones, los cafés, las cervezas, los cigarrillos…
   Ayer me fui a la cama sin mirar la hora. Me desperté y no sabía cuántas horas había dormido. Me pareció que el espejo no me miraba tan mal aun así. Antes de irme a dormir, ayer miércoles, mi amigo Matías me propuso venir a casa a las diez de la noche. Le dije que sí. Fue divertido.
   Perdí la cuenta de los relatos que llevo escritos para TBC. También de los caracteres de este relato. A ver si no me expulsan.
   Lo que os quiero decir es que, a veces, para ser feliz, hace falta un poco de caos. De dejar de contar, de olvidarnos de los horarios y de improvisar, de dejar que las cosas nos sucedan. Igualmente, sigue siendo importante, reitero, apagar el ordenador cuando suenan las campanas.
   ¡DING! ¡DONG! ¡DING! ¡DONG!

COMENTARIOS:

 

– Ocho , ocho y ocho
– Apagar el ordenador si, olvidarnos del horario… No, que luego hacemos horas extra gratis.
– Una pequeña observación, querido roedor/a: en la frase «¿Alguien me lo puede debatir?», yo cambiaría «debatir» por «rebatir».
– Y con esto y un bizcocho…
– Fluir, dejar que la vida nos sorprenda.

perlitas

La gente que me ha rodeado esta tarde parece querer cagarse en mi felicidad

perlitas

Me engancha como una peli mala de sobremesa de domingo en invierno, que te la pones para echar la siesta en el sofá debajo de la manta y acabas tragándotela entera

perlitas

Me levanto con toda la dignidad de la que soy capaz y veo a los adolescentes descojonándose de mí

perlitas

Todos de modo general tenemos esos miedos, pero es muy diferente cuando suponen amenazas genéricas, casi abstractas, que cuando son el marco de tu vida

perlitas

La felicidad consiste básicamente en tener unos niveles correctos de endorfinas, serotonina, oxitocina y dopamina

perlitas

La felicidad no dependía de una frase motivacional clavada con chinchetas al lado del reloj de pared de la oficina

perlitas

Ese festival del terror, con gente con los ojos muy abiertos, las mandíbulas desencajadas y estruendosas carcajadas falsas

perlitas

Mi madre consiguió tener al niño más feliz del mundo, pero también al más triste

perlitas

Nací subido en una montaña rusa infinita en la que unos días me siento Matthieu Ricard y otros Sylvia Plath, pero no soy ninguno de los dos

perlitas

Puedo ser feliz, solo lo tengo un poco más complicado

perlitas

Esto no significa que no me guste mi trabajo, nada más cerca de la realidad

perlitas

¿Solo yo siento que tengo erizos en el culo?

perlitas

Me pareció que el espejo no me miraba tan mal

perlitas

Siempre había esa gotita de pintura negra, que teñía de gris todo el cubo de pintura blanca

perlitas

Es una mera operación matemática, cuyo objetivo consiste en sumar y sumar y sumar positivos para llenarlo todo y ver la vida color de rosa

perlitas

Las carcajadas al encontrar a tus mellizos de dos años cenando encantados las croquetas del perro

perlitas

Al fin y al cabo, no eres más que un escritor frustrado que escribe relatos cada dos semanas para un público tan feliz y/o miserable como él


Relato 1:

LISA SIMPSON

La felicidad consiste básicamente en tumbarme un rato en la playa sin que nadie me moleste. Pero la gente que me ha rodeado esta tarde parece querer cagarse en mi felicidad.
   Ha venido un grupo de adolescentes chillones con su música infumable a todo trapo. Se ha unido un trío de jubilados que mezclan sus historietas familiares con política y que, a juzgar por el volumen al que hablan, parece que quieren que toda la playa participe en la conversación. No podía faltar la pareja joven con un chiquillo corriendo sin ningún cuidado que me lanza arena a la cara cada vez que pasa al lado de mi toalla. Que sí, que los niños son así, tienen que jugar, bla-bla-bla, pero podían haberse puesto un poco más lejos, que no hay tanta gente en la playa.
   Cojo mi libro intentando desconectar de la escandalera que se ha formado a mi alrededor, pero no consigo concentrarme. La conversación de los jubilados me engancha como una peli mala de sobremesa de domingo en invierno, que te la pones para echar la siesta en el sofá debajo de la manta y acabas tragándotela entera.
   Dejo el libro para ir a darme un chapuzón y despejarme de la mala baba que me empieza a consumir. Pero el mar está agitado y tiene otros planes para mí. Una ola que me parece a mí de cuatro metros me revuelca hasta la orilla. Me levanto con toda la dignidad de la que soy capaz y veo a los adolescentes descojonándose de mí, mientras que los jubilados acuden a socorrerme. Les digo que estoy bien, aunque es evidente que miento. En cuanto a la familia con el chiquillo ya tienen bastante con lo suyo como para darse cuenta de lo que sucede a su alrededor.
   Vuelvo a la toalla con las rodillas desolladas y escocidas y saco el móvil, que me había prometido no mirar en la playa, pero a estas alturas ya todo me da igual. Tengo un whatsapp de Adri que me pregunta si me apunto a tomar un heladito en la heladería de mi calle. Le respondo con un seco “ok” y allá que me voy.
   Sonrío de camino a la heladería pensando en el helado de pistacho que me voy a tomar, mi favorito, y diría que casi el único que me gusta. Ese helado es lo que puede arreglarme la tarde.
   Cuando llego, Adri ya está saboreando su helado ocupando una mesa en la terraza.
   —Pero bueno, qué pinta llevas, ¿quién te ha dado una paliza?
   —Calla, que he querido hacer la croqueta en la orilla y se me ha ido de las manos. Voy a pedir un helado.
   Me acerco al mostrador, donde hay una chica pagando el helado de una niña de unos 8 años, intuyo que su hija. La niña me mira lamiendo su helado con ilusión. Es de pistacho, y le han puesto una cantidad generosa. Le sonrío con complicidad, porque sé que los helados de pistacho aquí son los mejores.
   Cuando me llega el turno pido mi helado de pistacho.
   —De pistacho no nos queda, justo lo acabo de terminar con el helado de esa niña.
   Una lágrima me resbala por la mejilla sin que pueda retenerla.

COMENTARIOS:

 

– Inquietante la sensación de estar a punto de conseguir ese rato perfecto y perderlo siempre
– Se ha levantado con el día torcido…
– No se me ha despegado la sonrisa desde las primeras lineas 🙂
– Si es que hay días que mejor no levantarse de la cama…
– Invasión de tu espacio.


Relato 5:

EN PIE CON EL PUÑO EN ALTO

La felicidad consiste básicamente en… ¿cómo decirte? Cosas que pueden ser insignificantes, como despertarse por la mañana y darte cuenta de que es sábado y puedes seguir en la cama… Salir a pasear en el mes de marzo, cuando aún hace frío, y al pasar por un parque sientes el olor de las primeras flores, que anuncian la primavera… Echarte una siesta de verano a la sombra de un árbol… La felicidad no tiene que ser algo inconmensurable, no tiene por qué ser un momento de euforia.
   —Ajá…
   —La felicidad puede consistir simplemente en niño que se cruza contigo en su cochecito y te sonríe, sin motivo alguno. Una cosa tan simple te puede alegrar el día, ¿no crees? O… qué sé yo… encontrarte un billete de 20 euros… Cualquier cosita. ¿Tú no crees que la felicidad está muy sobrevalorada? Parece que estamos obligados a ser felices por narices, es la tiranía de la felicidad. Nos bombardean a diario con la felicidad, en la tele, en anuncios por las calles, que si te tienes que comprar este coche para ser feliz, que si estar en forma, que si viajar, que si libros de autoayuda, que si mindfulness, que si realización personal… porque si no alcanzas el éxito no puedes ser feliz… Te diría más incluso, yo es que creo que el ser humano no está hecho para alcanzar la felicidad; está hecho para buscarla, para perseguirla, pero no para conseguirla. Fíjate todos los actores y cantantes que acaba en las drogas y en el alcohol. ¿Por qué crees tú que les pasa eso? Pues porque lo han conseguido todo materialmente y se sienten vacíos, pierden la motivación, el sentido de sus vidas.
   —No si ya…
   —Mira, sin ir más lejos, esta mañana. Cuando me levanté para ir al curro era de noche, y estaba lloviendo, deprimente a tope. Salgo todo abrigado, con mi paraguas y todo, y se despeja el día y sale un sol radiante.
   —Ya.
   —Luego bajo al metro, y llega justo en ese momento… ni 10 segundos estuve esperando. ¿Ves? Pues la felicidad consiste básicamente en cositas como estas.
   —Ya… si está muy bien todo eso, pero yo me voy a tener que ir.
   —¿Ya? ¿Tan pronto?
   —Sí sí. Es que… mira tío, yo qué quieres que te diga, es que yo no me apuntado al Tinder para esto, las cosas como son. Pero no te lo tomes a mal, ¿eh? Eres un tío muy guay, de verdad.
   —…
   —Pues nada, que ya si eso otro día… Oye, ¿te importa pagarme la Fanta que no llevo suelto?

COMENTARIOS:

 

– ¡Cómo nos gusta reflexionar!
– Totalmente de acuerdo con tu definición de la felicidad
– El Pagafantas Ibericus, una especie en peligro de extinción… o no 😆
– Sí, pequeñas cosas, pero cubiertas tus necesidades básicas.


Relato 6:

MILDRED HAYES

 

—La felicidad consiste básicamente en… Mira Manolo lo que me he encontrado, qué papelito más tonto dentro de esta botella. Mira lo que dice: ”la felicidad consiste básicamente en…”. Pues en qué va consistir la felicidad, en estar juntos tú y yo todo el día, en que me des besitos y yo a ti, en pasear cogidos de la mano.
   —Hombre Mercedes, en algo más tiene que consistir. Tú es que eres un poco sencilla.
   —¿Me estás llamando simple?
   —Pues la verdad, no sé si simple, pero de sonrisa fácil sí; para ti cualquier cosa es bonita y siempre estás contenta. Sin embargo, yo veo lo que hay detrás de las cosas, detrás de las sonrisas veo las intenciones, no consigo evadirme de los pequeños detalles feos.
   —Pero eso es muy fácil Manolo. ¿No sabes que don Emiliano, el médico del segundo, tiene un remedio?
   —¿Ah sí? ¿Tú has ido a él?
   —Pues sí, esto que yo tengo no es natural. Yo antes exigía, pedía, me revelaba, me enfadaba, me tropezaba en lo más tonto. Y un día acudí allí con Josefina, la hija de Prudencio. Yo siempre he pensado que Josefina es un poco tonta, y que se lo cree todo, pero como por aquel entonces andaba yo tan desasosegada, tan irritable, tan que cualquier cosa me sacaba de mis casillas, vamos que no me soportaba a mí misma, pues quise creerme su cuentecillo. Además ella no paraba de decirme lo bien que se encontraba después de haber ido a don Emiliano, que era algo bastante fácil, una rajita de nada, que luego curaba sola.
   —¡Ay Mercedes! ¡No me digas que te has dejado implantar un chip de esos! ¡No me digas que tu felicidad no es tuya, sino dirigida por ese programa! ¡No me digas que estoy enamorado de otra versión repetida de la misma fórmula!
   —Pero Manolo, es que yo estaba muy desesperada, nada me hacía feliz, siempre había esa gotita de pintura negra, que teñía de gris todo el cubo de pintura blanca. Yo lo necesitaba todo para ser feliz, equilibrio absoluto y total. Y ahora mírame: me hacen daño los zapatos, he engordado cinco kilos, tú no eres un hombre perfecto y sin embargo eres el hombre de mi vida, y estoy disfrutando como una niña pequeña de este paseo por la playa. No me acuerdo de nada malo, no espero nada, y mi corazón brinca como un caballito. Ve a don Emiliano y deja de sufrir. Al fin y al cabo, tampoco ahora eres dueño de tu vida. Puede venir un rayo y partirte por la mitad, se puede caer una maceta de un balcón y dejarte seco, alguien despistado te puede atropellar en un paso de peatones, o simplemente una pequeña vena de tu cerebro se puede romper e inundarlo todo de sangre, y hasta ahí llegaste tú. Qué más te da, yo creo que además es un acto de libertad, decidir ser feliz; lo decides y a partir de ahí ya no tienes que decidir nada más. Cuando haya dos caminos, tú siempre eliges el que te lleva a ser feliz; ya no tienes que comerte más el coco; te da cierta libertad para otras cosas.
   —No sé Mercedes. ¿Eso que tienes ahí implantado se infecta? ¿Hay que cambiárselo de vez en cuando? Ya sabes que a mí las agujas y los bisturíes me dan cierta aprensión.
   —Pero si es un cortecito de nada, y luego apenas se nota con las camisas. Venga Manolo, te acompaño, te voy a pedir cita. No le des más vueltas a la cabeza.
   —Bueno Mercedes, como tú digas, pero cuando me den el cortecito cógeme de la mano, ¿vale?

COMENTARIOS:

 

– La frase cogida con pinzas pero muy bien lo demás!!!
– Original y tierno. ¡Buen trabajo, roedor/a!
– Me pasas el teléfono de don Emiliano?
– Es una idea imaginativa y original, pero me pierdo un poco. Dónde le hace el corte? En la cabeza? Entonces por qué no se nota con las camisas?


Relato 7:
SANDOKÁN

La felicidad consiste básicamente en construir con lo que eres o no eres, tienes o no tienes, un universo rosa. Desde abrir los ojos al despertar y decirte: «Qué bien he dormido» y luego contorsionarte lentamente en la cama para ir sacudiéndote la modorra de la noche… ¡Que ricooooooo estirarse! Y luego, el dulce del zumo de naranja y el aroma exquisito del café, del pan tostado que invaden todo el piso. La brisa fresca de la mañana primaveral que te trae un perfume de azahar… Te asomas a la ventana, el sol tibio te acaricia el rostro, te va calentando el alma. Y al abrir los ojos tras respirar el aire a todo pulmón, una hermosísima mariposa multicolor aletea a escasos centímetros de tu nariz. Agradeces el abrazo de la naturaleza dándote la bienvenida al nuevo día, todas estas pequeñas cosas, tan simples como bellas, te hacen feliz. Sonríes complacido…. es un instante feliz.
      El secreto: multiplicar dichos instantes al infinito, una y otra vez, durante el día, la noche, meses, años, la vida… llenándola de instantes dichosos, tantos que expulsen todo mal recuerdo, todo dolor, del espacio y tiempo que nos corresponden a cada uno sobre la tierra. Al final, es una mera operación matemática, cuyo objetivo consiste en sumar y sumar y sumar positivos para llenarlo todo y ver la vida color de rosa.
     Empezamos por tomar conciencia de que la suma de los más insignificantes detalles del entorno nos va llenando de felicidad: debemos pescar cada detalle, pegarle un mordisco a la felicidad pasajera, no dejarla pasar, y sacarle hasta la última gota de gusto y placer a todo lo que podamos. Desde vernos felizmente instalados en el canapé ante los Oscar o los Grammy en la tele, o con una fresquita Mahou en verano, en bañador en la playa, y decirnos: ¡estoy de puta madre aquí, ahora! O asistir a las segundas nupcias de tu tía favorita, la viuda, o llorar de ternura viendo el espectáculo musical de tu hijo en el cole, o quedarte con tu pareja toda una mañana de domingo devorándote la última serie de Netflix que nos quita el sueño… O las 10 horas de sueño tras las 8 horas de festejo de la noche anterior, entre cañas y vinos, chorizo, morcilla, torreznos y una variedad de croquetas, desde ibérico hasta sepia, ¡que-te-ca-gas!
     Hay que saborear cada granito de arena agradable o feliz, para relegar al olvido todo lo negativo que hayamos podido enfrentar: hacer desaparecer el dolor desgarrador del primer amor fallido, gracias al diploma que AL FIN lograste después de cinco años de estudios… Nada como ganarte la distinción de profe del año, o el bingo del pueblo –según tu edad– para ir olvidando la traición de tu mejor amiga, o de los meses que pasaron tú en el paro, o tu hijo menor en el hospital. Espantas lo malo a punta de risa: las carcajadas al encontrar a tus mellizos de dos años cenando encantados las croquetas del perro, o la risa nerviosa imparable que te pilló en la entrevista. Gracias a que te salieron en Bélgica las prácticas que soñabas, se fue atenuando la pena por la muerte de tu adorada mascota. Y feliz por tu nuevo trabajo, brindas con tus amigos para celebrarlo, pues, al fin y al cabo, no eres más que un escritor frustrado que escribe relatos cada dos semanas para un público tan feliz y/o miserable como él…
     De modo que la felicidad consiste básicamente en sentarte una mañana soleada de invierno frente al ordenador, bien calentito arropado por la nueva bata mullida que te trajeron los Reyes, con una sabrosa taza de café o Cola cao –o té verde para los veganos–, o con una fresquita cerveza en verano y en bañador en la playa…y deleitarte leyendo los relatos mediocres y brillantes, confusos y divertidos, tiernos y llenos de humor, de los colegas cuya felicidad consiste también en sentarse a leer semanalmente tus relatos descabellados, flojos o buenos.
     O bien, para algunos seres adorables como mi hermano, la felicidad consiste básicamente en practicar su deporte favorito el «rasquin ball», o en palabras más elegantes, il dolce far niente…

COMENTARIOS:

 

– Sumar detalles , me gusta .
– ¡Chapó!
– Conclusión: la vida es una mierda, pero a veces no huele 😉
– Disfrutar con lo que tenemos y no sufrir por lo que no tenemos.